Hay una película que desde que la vi por primera vez siempre me ha parecido y me sigue pareciendo una obra de arte. Me refiero a "Los intocables de Eliot Ness", (The Untouchables, en su versión original), dirigida por Brian de Palma e interpretada por Sean Connery y Kevin Costner. Me parecen sencillamente magistrales las escenas previas en las que un joven agente federal (Eliot Ness) va seleccionando a un equipo de colaboradores, personas íntegras, muy competentes en su actividad profesional y en el que se respira un ambiente entre ellos de implicación, sintonía y compromiso inigualables. Hay una escena final, para mi colosal, en ese proceso de selección y creación del equipo de "intocables", cuando se reúnen a comer en un restaurante, y un periodista acude a inmortalizar ese momento: los cuatro sellando un pacto de honor en defensa de la ley y el orden.
Pues bien, en esta película, los valores que representan, siempre me han parecido que suponen el alma del equipo, que estaba formado por lo que llamamos en el ámbito empresarial, los intangibles. Esos intangibles eran precisamente los que lo hacían fuertes, "intocables". Eran su capital, más valioso aún que las armas que podían llevar. Su integridad, su compromiso, su determinación en conseguir su objetivo les convertía en un recurso muy valioso.
Volviendo a la empresa, los activos intangibles son el resultado del proceso de transferencia del conocimiento y la información a la actividad productiva. Por tanto, es evidente que estamos ante recursos que requieren la utilización de la inteligencia y de la capacidad de reunir, analizar, transmitir y sintetizar la información.
En la empresa podemos distinguir dos grandes tipos de recursos: los recursos tangibles –físicos y financieros- y los recursos intangibles –el capital humano y el capital intangible no humano, como la tecnología, el capital relacional, la organización, la cultura corporativa, etc. Entre los recursos intangibles de la empresa está el capital humano y la forma en que se los dirige, coordina y motiva, son variables estratégicas que las empresas deben valorar adecuadamente.
Mejorar el desempeño de los trabajadores implica esfuerzos de gestión, estilos de dirección apropiados y una cultura que fomenten el compromiso, la participación y la cooperación interna, así como el aprendizaje y la innovación. Todo ello genera un proceso de enriquecimiento constante del patrimonio de lo que hemos llamado los activos intangibles, lo que garantiza la mejora continua a la organización.
Inevitablemente los activos intangibles de una empresa no son ajenos a la vertiente emocional de los empleados. El capital emocional de las personas está formado por un conjunto de recursos (sentimientos, motivaciones, creencias, percepciones, valores, visiones, pasiones, impulsos, inspiraciones, etc.) que son los motores de la actuación y del comportamiento, tanto de los trabajadores como de las organizaciones. Son precisamente estos activos intangibles los que son capaces de hacer variar el rumbo de la organización, dado su poder para aumentar o destruir su riqueza. Así de sencillo y así de complejo. Estoy convencido de que es vital no ocultar la importancia que esto encierra. La empresa debe ser capaz de aprovecharlos, generando las sinergias que promuevan ventajas competitivas, favoreciendo entornos de trabajo que tengan entre sus prioridades el aprovechamiento de dichos recursos y capitales emocionales.
El capital emocional del equipo creado por Eliot Ness fue el motor de una actuación memorable que acabó con Al Capone. Una actuación que consiguió cambiar el rumbo de una actuación policial que sucumbía al "poder" del soborno y la corrupción.
El capital emocional del equipo creado por Eliot Ness fue el motor de una actuación memorable que acabó con Al Capone. Una actuación que consiguió cambiar el rumbo de una actuación policial que sucumbía al "poder" del soborno y la corrupción.
En la actualidad, considero que la habilidad de las empresas radica en saber "dar" la mano a todo ese entramado de valores, percepciones, creatividad, inspiración, conocimientos, motivaciones, destrezas, capacidad de comunicación, competencias, etc., para que se constituyan en verdaderos impulsores de la creación de valor en las empresas.
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