La situación de la economía española en este primer trimestre del año 2012 nos está presentando una realidad llena de dificultades, que nos muestra de forma clara maneras de pensar y modelos mentales de trabajadores, sindicatos, empresarios y dirigentes políticos que, a día de hoy, todavía entienden el futuro de la economía española bajo paradigmas superados y se cierran a aceptar que la empresa y la economía de hoy, se basan en el conocimiento y en la flexibilidad. Estas son las dos claves que deben tenerse en cuenta para entender las prioridades en el futuro. Nuestro entorno ha cambiado (y cambiará más) y, por lo tanto, es necesario que las empresas y/o organizaciones se adapten adecuadamente a este nuevo escenario si quieren sobrevivir.
Las respuestas y reacciones que se han venido ofreciendo desde todos los sectores, me hacen pensar, que al igual que las personas, la economía española tiene su particular “cuarto oscuro”.
Las personas tenemos nuestro “cuarto oscuro”, un lugar mental en donde depositamos ideas o pensamientos que no nos son cómodos, que retan nuestro modo de entender o ver el mundo. Los metemos ahí porque así nos sentimos más cómodos, más confiados.
Nuestros “cuartos oscuros” están llenos de errores que hemos cometido en el pasado. Nuestra cultura y educación no nos enseña a aprender de nuestros errores, sino que al contrario, tendemos a olvidarlos rápido, a depositarlos en el “cuarto oscuro”.
Respecto a la economía española, pasa algo parecido. Hay evidentes situaciones que se han convertido en lastres para la economía y para la competitividad. La reciente reforma laboral ha puesto de manifiesto uno de estos “cuartos oscuros” de la economía española. El modelo laboral vigente hasta la reforma había demostrado durante los últimos 30 años una evidente ineficacia para ofrecer opciones claras de facilitar empleo a generaciones de jóvenes cada vez más formadas. Guillermo de la Dehesa afirma en un magnífico artículo (Porqué la reforma laboral es tan necesaria, El País, 12-4-2012) que el elevado y persistente desempleo, es el mayor fracaso de la economía española. Pues negar esa realidad, pensar que la reforma de ese marco laboral, que ha permitido ese fracaso monumental, no es más que una justificación para los recortes, lo convierte en un “cuarto oscuro”, un lugar, como hemos dicho antes, donde queremos meter las ideas que no nos son “cómodas”. Es una vez más, usar la estrategia del avestruz. Los temas dolorosos, difíciles, estructurales pretenden, los que así piensan, evitarlos, mantenerlos sin cambio. No entienden que lo mismo que la empresa ha cambiado, de la taylorista a la 2.0, la economía también. Y hacen falta medidas, vaciar el “cuarto oscuro”. Por eso, sean bienvenidas reformas y soluciones que atiendan a respuestas de hoy.
Con las medidas de austeridad y reducción del déficit público, pasa algo parecido. Este ha sido un tradicional “cuarto oscuro” de la economía española. El fuerte rechazo que está teniendo en la población española la política de recortes obligada por la acuciante necesidad de reducir el déficit público es otro ejemplo de cómo rechazamos aquello que nos incomoda o nos perjudica personalmente, sin pensar en el bien común.
Ello hace que cualquier reto comporte un riesgo a equivocarse, que desafíe nuestros modelos mentales, origine miedo y temor a no optar por las medidas adecuadas y ahí está el “cuarto oscuro” para dejarlo, para sentirnos bien en nuestra zona de confort.
Los rechazos radicales a las reformas no dejan de ser refugios mentales, los “cuartos oscuros” a los que me refería al principio cuando hacía referencia a las personas. Estos “cuartos oscuros” frenan todo tipo de innovación, de aprendizaje y que, en mi opinión, está en la base de los graves problemas que se afrontan actualmente en la gran mayoría de organizaciones públicas y privadas.
La capacidad de aprender de nuestros errores, de cambiar los paradigmas y modelos mentales requiere cerrar con llave el “cuarto oscuro” y no recurrir a él como auxilio a nuestras limitaciones.
Los enormes retos que tiene ante sí España y Europa hacen necesario una visión lo suficientemente amplia como para no caer en el error de contemplar el corto plazo como medida de lo que se debe afrontar. Los retos son de tal magnitud, que aun aceptando como posibles diferentes opciones y estrategias, se tenga la valentía de no limitarlas con nuestros “cuartos oscuros”.