viernes, 28 de diciembre de 2012

Gestionar conflictos: Las Cuatro Líneas de Ignacio Pereda




 Si tu problema tiene solución, ¿por qué te afliges?
Proverbio chino


La empresa es lugar donde las personas se relacionan, colaboran, participan, discuten, acuerdan. También es espacio para el encuentro y el crecimiento personal. Así mismo es un lugar donde surgen y se reproducen fácilmente los conflictos. Es algo natural que el conflicto entre personas crezca cuando se dan los ingredientes necesarios: intereses contrapuestos, opiniones divergentes, decisiones discutibles, poder disputado, diferentes niveles de influencia, etc. Hay tantos motivos y situaciones en nuestra vida personal y en la empresa que pueden inducir al conflicto, que se convierte en una competencia muy demandada por las empresas: la capacidad de gestionar y resolver conflictos o incluso la de saber evitarlos.

Se suele referirse al conflicto cuando se produce un choque de intereses, en el que las personas que participan se ven inmersos en un enfrentamiento emocional por el que perciben planteamientos incompatibles. 

Todos nos hemos visto en conflictos y recordamos la dificultad de tratarlos, de resolverlos, de afrontarlos. La experiencia es un gran aliado. Nos aporta perspectiva, conocimiento, visión y paciencia. Ahora bien, si hay un elemento que considero más importante ese es el conocimiento del ser humano. Ese conocimiento nos da tantas perspectivas que los conflictos son tratados necesariamente desde enfoques y planteamientos más adecuados. Las divergencias y diferencias en tantos asuntos nos deben hacer entender que su resolución implica unas cualidades y habilidades especiales. Lo que sí debemos aceptar como normal y nada extraordinario, es que las diferencias son algo cotidiano y no tienen por qué afectarnos a la efectividad con que realizamos nuestro desempeño en la empresa o en nuestra vida. El verdadero problema surge cuando permitimos que esas situaciones generen conflictos.

Los conflictos en la empresa, generalmente se perciben como un elemento negativo que pueden generar consecuencias no deseadas en el funcionamiento de la organización, tales como errores, falta de entusiasmo, rotación de personal, ineficiencia, baja productividad, malos entendidos, hostilidad y aislamiento entre las personas, etc. Aunque los conflictos no son ajenos a cualquier situación en el que las personas participamos, la realidad es que debemos aprender a gestionarlos y solucionarlos adecuadamente. Nada de lo que hacemos está exento de que surja el conflicto: en el grupo de trabajo, en la familia, con los amigos, en el supermercado, en el estadio de fútbol, en el deporte, etc. Todo dependerá de cómo percibamos la discrepancia y qué respuestas ofrezcamos. Aquí es importante traer el concepto de la asertividad, que considero clave y que nos ofrece tantas enseñanzas.

En este sentido, me gusta especialmente las cuatro líneas para la resolución de conflictos que mi hermano Ignacio utiliza en sus dinámicas colectivas en la Fundación Escuela de Solidaridad y que tuve la oportunidad de escuchar recientemente en una clase magistral en la Facultad de Derecho y Ciencias Empresariales de la Universidad de Córdoba. Proponía cuatro líneas maestras que se basan en el respeto de la persona. Su larga experiencia en esta materia lo convierte en opinión privilegiada. Las Cuatro Líneas de Ignacio Pereda para gestionar los conflictos son las siguientes:

Primera línea: Mi actitud.
  1. Innovarse. Cada uno de nosotros debe procurar reciclarse, formarse y desarrollarse en nuevos caminos de mejora.  Reinventarse, estar abierto al cambio, a las nuevas oportunidades. 
  2. Maestría. Nuestra vida es un camino largo en el que debemos ser expertos en algo. Que nos echen de menos en el trabajo que desempeñamos. Ser maestros, ser verdaderamente buenos en aquello que mejor sabemos hacer nos hace mejores personas, nos hace crecer en autoestima y nos hacemos valorar y respetar por los demás. 
  3. Autenticidad. Deben conocernos como personas dignas de confianza. Hoy ser digno de confianza es uno de los mejores tesoros que aporta el ser humano. En ocasiones se valora mas incluso que los conocimientos, pero aún es más importante el crecer como persona. Ser auténtico y coherente con el ejemplo es una de las primeras características de un buen líder. 
  4. Valentía. Es necesario para afrontar las diferentes vicisitudes por las que atraviesa nuestra vida, con determinación, pero a la vez con confianza en uno mismo y en los demás. La valentía no está reñida con la arrogancia.
  5. Equilibrio. En un mundo con tanta diversidad económica, social, religiosa, cultural es urgente que el EQUILIBRIO sea parte de nuestra actuación. El mundo tiende a lo ecuménico. El respeto, la empatía y la comprensión del otro son más necesarios que nunca para la actuación humana. Que verdad encierran las palabras de Martín Heidegger "Madurar es cuidar lo que dices, respetar lo que escuchas  y meditar lo que callas".
Segunda línea: Mi comportamiento.
  1. Sinceridad. Se valora en el mundo empresarial como la herramienta de comportamiento humano por encima del desarrollo técnico o competencial. 
  2. Priorizar. En la mayoría de los conflictos y controversias en las que nos encontramos se observa la falta de preferencia en lo que realmente tenemos interés. Por tanto, priorizar es un ejercicio necesario para no entrar en conflicto personal y grupal.
  3. Responder, no reaccionar. Si todos tuviéramos el aprendizaje de responder ante lo que nos sucede en la vida sin introducir lo emocional se evitaría la mayoría de los conflictos. La implicación emocional (reaccionar) es el mayor elemento de conflicto entre las personas. La respuesta será siempre más inteligente que la reacción. Alguien dijo que no se tomen decisiones permanentes, sobre emociones temporales.
  4. Ante la adversidad, nace la oportunidad. En los momentos más difíciles se desvanecen las posturas radicales al trabajar y luchar por salir adelante. En esos momentos nace lo mejor de nosotros mismos. Ningún mar en calma hizo experto a un marinero....
  5. Kudos (ensalzar). Si utilizáramos el lenguaje para hablar bien de los demás, para ensalzar al otro, el mundo sería diferente, y los conflictos se evitarían. Quitemos poder a todo lo que nos perturbe, si no existe en tu mente tampoco existirá en tu vida.
Tercera línea: Mi disposición.
  1. Ser servicial. La primera actitud evangélica es el servicio. Ser servicial es el primer punto de partida para desvanecer la controversia. Por ejemplo, en una comunidad de 100 personas o en una familia de 6 miembros, cuando se activa la actitud de servicio para atender las tareas domésticas, el conflicto no se suscita. No aspiremos a que todo cambie si nosotros seguimos siendo la misma persona. 
  2. Escuchar. Tan importante como el que acumular conocimientos. Escuchar implica ejercer activamente la parte emocional del que habla. Por eso, la escucha activa y atenta es fuente de entendimiento y acuerdo y por tanto, de evitar el conflicto. Aprendamos a escuchar sin juzgar, a hablar sin ofender y a observar sin despreciar
  3. Relacionarse. Hoy día es necesario que identifiquemos el rostro de otro. Relacionarse para identificar al amigo. Hoy es importante salir de nuestro ámbito cerrado, de nuestro espacio personal. La relación interpersonal nos proporciona la posibilidad de observar las cosas desde otra perspectiva.
    Cada uno de nosotros debe poner su rostro en la comunidad. Es decir nos tienen que poner rostro. Relacionarse abre puertas pues te conocen tal cual eres. Es necesario salir del conocimiento virtual. No es bueno que te conozcan SOLO a través del mundo de internet.
  4. Valorar la diversión. La diversión nace como la expresión de la alegría en la comunidad. Toda comunidad necesita expresar la celebración, y al celebrar todos juntos, se limen asperezas, se suavizan los puntos de vista.
  5. Estimar y cuidar. Todo aquello que nos ha sido dado debemos darle su valor, pero no sólo como exclusivo para  nosotros, sino en la medida que los demás pueden beneficiarse. Por ejemplo, del que tienen una buena casa, un buen coche, apartamento, etc. Todo se estima y se cuida porque puede ser beneficioso para otros. Estimar y cuidar como responsabilidad para todos. Sin olvidar que las cosas importante de la vida no son cosas.
Cuarta línea: Mi elección.
  1. Saber percibir. La frase de Gandhi es fundamental para entenderlo: "Nunca permitiré que nadie camine con los pies sucios por mi mente". Es importante que sepamos mirar con ojos de respeto lo que hay a nuestro alrededor. Observación activa y participante. Martin Luther King decía sabiamente: "Da tu primer paso ahora. No es necesario que veas el camino completo, pero da tu primer paso. El resto irá apareciendo a medida que camines".
  2. Hacer ejercicio y cuidar la salud. El cuerpo está científicamente comprobado que muchas reacciones del ser humano obedecen a una mala situación corporal, llámese falta de hábitos saludables, enfermedad,.. La actividad física nos prepara para enfrentarnos a las eventualidades y conflictos de la vida.
  3. La inspiración. Hacen falta personas que aporten nuevas ideas ante la pasividad y la falta de iniciativa. La inspiración como fuente de soluciones creativas a nuestras circunstancias, nuestras relaciones, nuestros comportamientos. Exploremos nuevos caminos y encontraremos nuevas realidades.
  4. Nutrir los lazos familiares. Alimentar, enriquecer los lazos familiares es signo de buena salud para afrontar las crisis. Albert Schweitzer dice "La bondad puede hacer mucho. Como el sol derrite el hielo. La bondad evapora los malos entendidos, la desconfianza y la hostilidad".
  5. Elevar el estilo de vida. Es muy importante ser consciente de las fases que vivimos en cada momento y tener claros los objetivos para ir elevando progresivamente las situaciones que tenemos delante. Ello nos lleva a una mejora en las situaciones generadoras de conflictos, desactivando antes de que se inicien. Louise Hay decía "Yo escojo hacer del resto de mi vida, lo mejor de mi vida"

Las enseñanzas de estas Cuatro Líneas son muchas. Su aplicación nos introduce en coordenadas diferentes en el que el conflicto no es imposible, pero las relaciones personales basadas en estas premisas nos hacen afrontar las dificultades con perspectivas nuevas y sumamente enriquecedoras.

A nivel de empresa, la resolución de conflictos es una fuente de aprendizaje organizacional. Y ya sabemos lo importante que es esto. Cuando gestionamos adecuadamente los conflictos debemos ganar todos. Soy de los que opinan que la técnica del ganar-ganar se debe utilizar mucho más. Como decíamos en la Primera Línea, el equilibrio es básico para que un conflicto se resuelva adecuadamente, propiciando oportunidades de mejora para las personas y para la empresa. Si decimos que un conflicto se resuelve adecuadamente es porque se ponen las bases para que no se vuelva a repetir. Aquí surge una cuestión que muchas veces no valoramos suficientemente: ¿somos conscientes de la repercusión que en motivación y falta de compromiso tienen los conflictos que se enquistan y no resolvemos adecuadamente?

En este sentido valoro enormemente la importancia de las actitudes que mostramos en la gestión de los conflictos. Recuerdo un conflicto grave aún no resuelto. Sus actores principales aún no han hablado. Han incumplido los principios básicos de la resolución de conflictos. Para ello vuelvo a mencionar la palabra clave: nuestra actitud. Actitudes como el evitar la polémica estéril y llena de prejuicios, evitar la ofenda directa o incluso la humillación, buscar la serenidad necesaria y contar hasta diez antes de dejarse llevar por los arrebatos inútiles. Para lograrlo nada mejor que practicar la empatía y una comunicación franca y directa, nada de intermediarios. Aplicar una franca discusión, para lo cual necesitamos ser asertivos. !Ahí la asertividad¡ Que importante es y cuantas veces la olvidamos. En este sentido, la conducta pasiva que pretende evitar conflictos no hace que los problemas desaparezcan. A veces incluso empeoran. La técnica del avestruz no es nada recomendable a la hora de afrontar soluciones realistas a los problemas y conflictos que tengamos planteados. Lo que sí será importante es no olvidar que el cómo percibamos los problemas y conflictos tendrá un papel relevante no sólo en su aparición sino en las soluciones que arbitremos. Y es que las personas procesamos e interpretamos la realidad de forma diferente, aplicamos motivaciones y expectativas personales en lo que hacemos y todos tenemos un subconsciente formado por nuestras experiencias, miedos, paradigmas (véase la entrada de este Blog "La metáfora del iceberg"), que condicionan nuestro comportamiento y el cómo reaccionamos a los acontecimientos.

Para lograrlo nos puede ayudar los principios de los Cuatro Acuerdos (tomado del libro "Los Cuatro Acuerdos" de Miguel Ruiz, médico mexicano, libro basado en la sabiduría de los antiguos toltecas, que trata sobre lo que necesita un ser humano para estar en equilibrio personal, emocional, mental y social) que me parecen muy apropiados para memorizarlos y tenerlos presentes en nuestro caminar diario y para construir unas relaciones personales que faciliten una gestión de conflictos de forma óptima:
  1. SE IMPECABLE CON TUS PALABRAS. No herir, buscar y valorar lo positivo en los demás. La palabra después de ser pronunciada, nunca se recupera. La amabilidad es el lenguaje que el sordo puede escuchar y el ciego pude leer.
  2. NO TE TOMES NADA PERSONALMENTE: En los conflictos es fundamental evitar el agravio personal. Todo se distorsiona y se complica. Por eso, no contestar a una palabra airada, porque será la segunda palabra la que provoque el conflicto. 
  3. NO HAGAS SUPOSICIONES. Evitar la tentación siempre fácil de hacer juicios de valor sin contar con la información necesaria. Por eso es especialmente importante obtener más información antes que tomar una decisión o una opinión inmediata y precipitada, de la que luego nos podamos arrepentir.
  4. HAZ SIEMPRE LO MÁXIMO POSIBLE. Esta actitud nos permitirá sentirnos más satisfechos por el trabajo y el deber cumplido. Nuestra autoestima lo notará y favorecerá nuestras relaciones personales y actividades profesionales.
Si estas cuatro medidas las aplicáramos en la empresa, la convivencia, la colaboración y el intercambio de apoyo mutuo sería enriquecedor para la organización y las personas. El clima laboral se verá favorablemente afectado y propiciará un aprendizaje colectivo más eficaz. Una vez más, todo dependerá de las personas y de sus actitudes. 

Las personas con baja autoestima y pesimistas que se enfrentan a un problema o conflicto tienden a percibirlo como un problema mayor, con una dificultad añadida. En cambio, las personas optimistas, las personas que despliegan vitalidad y ganas de luchar afrontan un conflicto como una oportunidad de crecimiento, por tanto su percepción les hace quitar dificultades al problema, lo que facilita su resolución.

Al final, somos los actores principales de lo que nos pasa, por lo que muchas más veces de lo que pensamos, dependerá de nosotros el afrontamiento y la resolución de los conflictos. 

domingo, 16 de diciembre de 2012

Afilar la sierra


"Nada te puede traer paz más que tú mismo." 
Ralph W. Emerson



Dedicado a mi hermano Carlos, a quien en estos meses, el afilar la sierra habrá sido una tarea fundamental.


Del libro "Los siete hábitos de la gente altamente efectiva" de Stephen Covey, hay un hábito, el séptimo y último, que desde que leí el libro siempre me ha parecido especialmente sugerente. Acabar una propuesta sobre hábitos que te conducen a la mejora y efectividad, entendida como un equilibrio entre la eficacia y la eficiencia personal, apelando a la renovación de uno mismo, es decir, a la persona en sí misma, me parece un gran acierto. 

Un hábito es el comportamiento repetido de una persona regularmente que requiere de un pequeño o ningún raciocinio y que es aprendido más que innato. Suele decirse de los hábitos que están en la combinación de tres elementos que se solapan: el conocimiento, las habilidades y la actitud. El conocimiento nos indica qué hacer y por qué. Las habilidades  nos enseñan cómo hacer las cosas. La actitud es la motivación, sus ganas de hacerlas. Para convertir un comportamiento en un hábito, necesitamos de los tres elementos.

Con estos antecedentes, nos vamos a centrar en esta entrada en el hábito que Covey llama metafóricamente Afilar la sierra, que se convierte en un instrumento fascinante para saber afrontar los propósitos que nos planteamos en nuestra vida. Covey inicia la explicación del séptimo hábito con la historia de un leñador que se encuentra tan inmerso en su trabajo de cortar árboles que olvida que dedicar unos minutos a afilar su sierra le haría ahorrar muchas horas de esfuerzo. ¡Cuántas veces nos pasa eso a nosotros¡ Afilar la sierra implica idear un programa personal, equilibrado, global, de vida para la renovación en determinadas áreas fundamentales. La historia del leñador nos propone una reflexión personal sobre lo que somos y lo que queremos. Dice así:
—¿Qué está usted haciendo? —le pregunta.
—¿No lo ve? —responde él con impaciencia—. Estoy cortando este árbol.
—¡Se le ve exhausto! —exclama usted—. ¿Cuánto tiempo hace que trabaja?
—Más de cinco horas, y estoy molido. Esto no es sencillo.
—¿Por qué no hace una pausa durante unos minutos y afila la sierra? —pregunta usted—. Estoy seguro de que cortaría mucho más rápido
—No tengo tiempo para afilar la sierra —dice el hombre enfáticamente—. Estoy demasiado ocupado aserrando.

Afilar la sierra consiste en tomarse tiempo para uno mismo. Es usar la capacidad que tenemos para renovarnos física, mental y espiritualmente. Es lo que nos permite establecer un balance entre todas las dimensiones de nuestro ser, a fin de ser efectivos en las diferentes actividades que desempeñamos en nuestra vida. Covey considera que saber tomarse tiempo engloba e influye en los otros seis hábitos que completan su propuesta. Veamos cuáles son el resto de hábitos sobre los que afilar la sierra influye de forma determinante:
  • Primer hábito: Sea proactivo. Nos da la libertad para poder escoger nuestra respuesta a los estímulos de lo que nos rodea. En esencia, es lo que nos permite afirmar que somos los arquitectos de nuestro propio destino.
  • Segundo hábito: Comenzar con un fin en mente. Hace posible que nuestra vida tenga razón de ser, pues la creación de una visión de lo que queremos lograr permite que nuestras acciones estén dirigidas a lo que verdaderamente es significativo en nuestras vidas. 
  • Tercer hábito: Poner primero lo primero. Permite liberarnos del problema de lo urgente para dedicar el tiempo a las actividades que verdaderamente dan sentido a nuestras vidas. Saber poner primero lo importante nos afianza el camino que nos lleva a conseguir nuestra visión.
  • Cuarto hábito: Pensar en ganar/ganar. Permite desarrollar una mentalidad de abundancia material y espiritual, pues cuestiona la premisa de que la vida es un «juego de suma cero» donde para que yo gane alguien tiene que perder. Cuando establecemos el balance entre nuestros objetivos y los objetivos de los demás podemos lograr el bien común.
  • Quinto hábito: Buscar comprender primero y después ser comprendido. Es la esencia del respeto a los demás. La necesidad que tenemos de ser entendidos es uno de los sentimientos más intensos de todos los seres humanos. Este hábito es la clave de las relaciones humanas efectivas y posibilita llegar a acuerdos de tipo ganar/ganar.
  • Sexto hábito: Sinergizar. Surge como resultado de cultivar la habilidad y la actitud de valorar la diversidad. La síntesis de ideas divergentes produce ideas mejores y superiores a las ideas individuales. El logro de trabajo en equipo y la innovación son el resultado de este hábito.


La verdad es que difícilmente estos seis hábitos son posible llevarlos a la práctica adecuadamente a nuestra vida sin la renovación personal, sin saber afilar nuestra sierra. Aquí radica su importancia. Afilar la sierra se convierte en un programa y estrategia personal que aborda las grandes dimensiones de la naturaleza humana. Son las siguientes:

  • Dimensión física: Hace referencia a nuestro cuerpo. Debemos mantener una buena alimentación así como realizar ejercicio físico para conseguir un estado de salud que nos proporcione flexibilidad, resistencia y fuerza para atender nuestras actividades, nuestra familia, nuestra aficiones, etc. Aquí podemos destacar las siguientes actividades: hacer deporte y actividad física de forma regular, alimentase de forma saludable y equilibrada, respetar el descanso que necesitemos, no consumir drogas ni alcohol, etc. La práctica del yoga puede ser una alternativa muy interesante al combinar el ejercicio físico con la relajación.
  • Dimensión mental: Hace referencia a nuestro desarrollo mental y nuestra disciplina para el estudio.  Algunas actividades interesantes de esta dimensión serían nuestra capacidad de construir  metas a corto y largo plazo, planificar y evaluar la estrategia a seguir, tener una sana autoestima en quien somos y lo que somos, tener conciencia de lo que hago y porqué lo hago, etc. 
  • Dimensión social: Se trata de cultivar las relaciones sociales. En esta dimensión se pueden incluir las siguientes actividades: pertenecer a una asociación, a una ONG, asistir a actividades culturales, construir relaciones personales enriquecedoras, preocuparse de los demás, practicar la solidaridad, ser optimista y respetuoso con lo que los demás piensan y opinan, practicar la escucha activa, etc.
  • Dimensión emocional: Conocernos bien nos permitirá afilar la sierra eficazmente. El autoconocimiento es básico para desplegar adecuadamente nuestras capacidades. En este sentido debemos aprender a diferenciar las causas de la tristeza, frustración y desilusión que encontramos en la vida para que nos ayude a manejar mejor nuestra salud emocional. Estar al tanto de nuestras emociones y reacciones y tratar de entenderlas. Para avanzar en esta esta dimensión debemos aprender a expresar nuestros sentimientos de forma adecuada, pensar antes de actuar, gestionar nuestro tiempo adecuadamente para que podamos hacer aquello que nos hace disfrutar. Finalmente, algo que considero fundamental: concentrar la atención en las cosas positivas que tenemos en nuestra vida y no en lo negativo o lo que no es tan bueno. 
  • Dimensión espiritual: Trabajar esta dimensión nos reporta sentido a nuestra propia vida. Cuando dedicamos tiempo a sumergirnos en el centro nuestra vida, ese centro se despliega y nos renueva. A todo esto nos ayuda buscar momentos para el encuentro con uno mismo y con Dios, trabajar nuestra vida interior, practicar la reflexión, dedicar un tiempo diario a la lectura espiritual, etc. 
Estas dimensiones están interrelacionadas, por tanto se complementan. Lo que hacemos en una dimensión para “afilar la sierra”, impactará positivamente en las demás. Si se trabajan equilibradamente todas las dimensiones, dedicándole algún tiempo cada día, se irán convirtiendo en hábitos que darán su fruto en nuestra vida. Conseguirlo toma tiempo y esfuerzo. Después de todo, son los hábitos en los que se han traducido sus actitudes y expectativas, los que verdaderamente diferencian a unas personas de otras. 

La aplicación de afilar la sierra en la empresa es muy importante. Veamos algunas cuestiones prácticas que benefician claramente a la empresa:
  • Creer en lo que hacen. La empresa necesita trabajadores convencidos y comprometidos con su tarea.
  • Estar dispuesto al cambio. Las empresas están en continua adaptación al entorno, por lo que será fundamental contar con personas dispuestas al cambio.
  • Favorecer un clima favorable y disfrutar con lo que hacemos. La empresa es un espacio que deberá cultivar valores y objetivos comunes. Contar con trabajadores que "sumen", que arrimen el hombro será una cuestión fundamental en cualquier política de empresa.
  • Pertenencia a un grupo de trabajo. El trabajo en equipo se ha convertido en una competencia estratégica. Saber trabajar en equipo, respetando la diversidad, participando y contribuyendo al logro colectivo es un elemento demandado en todas las empresas.
Las personas con hábitos de efectividad son personas necesarias para formar organizaciones competitivas. Estos hábitos no sólo le sirven a la persona de manera individual sino también le sirven para formar parte de las organizaciones. 

Michel Esparza en "Autoestima del cristiano" nos dice que la ayuda divina facilita esa dimensión espiritual, "para lo que hace falta querer, saber y poder, es decir, buena voluntad, formación y capacitación". La dimensión espiritual, necesaria en nuestro afán de afilar la sierra diariamente, "es necesaria para fortalecer nuestra voluntad, iluminar nuestro entendimiento y curar nuestra incapacidad."

sábado, 8 de diciembre de 2012

Mejor formado: nuestra capacidad de aprender





"Crean lo que aprenden, enseñen lo que creen y practiquen lo que enseñen"
San Agustín


"Toda persona tiene obligación de formarse. Dependiendo de su nivel se le exige un mínimo de formación. Si es un inmigrante, tiene la obligación de un mínimo de dos horas diarias de formación". Estas palabras las decía mi hermano Ignacio en una reciente entrevista en radio Sanlúcar la Mayor (pueden escuchar audio en www.escueladesolidaridad.blogspot.com.es). Explicaba el programa Mejor formado de la Fundación Escuela de Solidaridad. Una entidad que acoge a personas sin recursos que tiene como objetivo la acogida e intervención sobre personas que viven el desarraigo, la desventaja social, el maltrato o la exclusión. 

Esta magnífica iniciativa, la de apostar por la formación como estrategia para salir adelante de una situación tan difícil, me hizo recordar la importancia de saber desarrollar esta habilidad a nivel personal o profesional. Me estoy refiriendo a la capacidad de aprender. Los neurocientíficos nos dicen que sólo utilizamos el 10% de nuestra capacidad cerebral. Por tanto, nos queda un potencial enorme de aprendizaje e ir más allá de lo que habitualmente hacemos.

En mis clases de habilidades de dirección suelo destacar esta habilidad de entre las muchas que a nivel personal y directivo se deben desplegar en nuestra vida para obtener los resultados y objetivos deseados. Y tanto es así, que empiezo el curso con esta habilidad. Y es que lo considero básico, el pilar sobre el que construir todo el "edificio" de nuestro proyecto vital. 

¿Qué implica la capacidad de aprender? La verdadera capacidad de aprender viene determinada por la calidad del aprendizaje que hayamos realizado y de su puesta en práctica al servicio de nuestros objetivos. Vemos por tanto, que tiene dos elementos fundamentales: lo que aprendemos y cómo lo aplicamos.

La persona que se queda en los conocimientos o en su experiencia pasada y no desarrolla la necesaria adaptabilidad a un entorno tan cambiante, se puede convertir en un freno para su desarrollo personal. La  formación se constituye en premisa para la consecución de nuestras metas. Sebastián Cerro en "Dirigir con talento" dice que "la capacidad de aprender es más una cuestión de actitud que de técnica". ¡Qué gran verdad! Una interesante afirmación que encierra un enorme potencial y significado. 

Si bien es cierto, y ya lo hemos comentado en otras entradas (Adaptabilidad: ¿somos adaptables?), en el contexto actual, lo que importa y se valora cada vez más ya no es tanto lo que sabemos, lo que una vez aprendimos, como nuestra capacidad de aprender, es decir, de qué manera afrontamos la realidad que nos rodea y de qué manera actuamos. Si estamos preparados al permanente reto que nos presenta la realidad en la que vivimos, estaremos desarrollando nuestra capacidad de aprender. La capacidad de aprender nos permite descubrir nuestro potencial y nuestra capacidad de aprendizaje, crecimiento y desarrollo. Desarrollar tu capacidad de aprender implica un compromiso de aprendizaje permanente.

Y no se trata sólo de acumular conocimientos. Querer aprender implica una actitud determinada. Esta actitud es la clave de un aprendizaje continuo, pues genera muchas más posibilidades de aprendizaje que las acciones formativas programadas. La formación programada también aporta un valor grande a las personas y organizaciones.

Las personas deben saber detectar cuando es más importante la formación, como por ejemplo, cuando necesitamos acometer nuevos problemas, o bien, cuando tenemos que asumir nuevas tareas o afrontamos cambios en nuestra misión personal.

Estos hitos importantes se pueden ver acompañados por momentos y decisiones más cotidianas. Son pequeñas decisiones personales que hacen de la capacidad de aprender una verdadera prueba de cómo somos y de qué queremos conseguir. Veamos algunas ideas: recuperar el hábito de leer prensa especializada, la lectura de libros sobre determinadas materias, la asistencia a conferencias, seminarios y cursos de formación, las visitas a empresas, entidades y organizaciones, el aprendizaje de aquellas personas  que consideramos mejores a modo de un benchmarking personal, la práctica de la conversación con personas expertas en aquellos temas que nos interesan, encontrar la buena costumbre de escribir sobre asuntos de interés (el escribir afianza nuestro conocimiento), la oportunidad de ir constituyendo un  archivo o biblioteca particular, la búsqueda en internet de documentación escrita y audiovisual, etc. Hay tantas oportunidades de aprender. La era del conocimiento nos lo ha facilitado enormemente. La virtud está en saberlas aprovechar.

Para que lo anterior sea posible es necesario que la persona quiera, tenga motivación por hacerlo. Desee aprender, necesite aprender. Aún así, las personas nos podemos encontrar con factores limitantes que frenan la capacidad de aprender. Nuestra habilidad consistirá en saber hacerles frente evitando que nos superen. En primer lugar destacaría la falta de ilusión por mejorar, por superarnos en nuestra vida y en nuestro trabajo. Sin este impulso interior, la fuerza por aprender se irá apagando. Por ello es fundamental no perder la ilusión que el aprendizaje nos proporciona. En segundo lugar, no debemos perder la visión a largo plazo. Si nos dejamos absorber por lo inmediato, la eficacia de alcanzar los objetivos propuestos mermará. Finalmente, el no perseverar en el mantenimiento de esta habilidad a lo largo del tiempo también restará eficacia de forma contundente. Debemos ser constantes en nuestros propósitos. Y esa constancia en el despliegue de nuestra capacidad de aprender es básico.

En el libro "El liderazgo al estilo de los Jesuitas", de Chris Lowney, se afirma que una de las características que desarrollan los líderes es que "están siempre enseñando y aprendiendo". Pues que esta característica jesuítica nos marque el camino a seguir para desarrollar eficazmente la capacidad de aprender.  Aquella que nos facilitará avanzar en nuestros objetivos. Será como nuestro programa personal "Mejor formado", del que comentábamos al principio, y que forma parte del quehacer diario de la Fundación Escuela de Solidaridad.

sábado, 1 de diciembre de 2012

A propósito del talento



La literatura actual del management utiliza de forma abrumadora el concepto del talento. La guerra por el talento, la gestión del talento, la búsqueda del talento... Se dice que las empresas para hacer frente a la competencia, a los cambios continuos, a los retos de un mercado cada vez más exigente necesitan retener y buscar el talento en los directivos y trabajadores. Pero ¿a que se están refiriendo? 

Si acudimos al Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua se define talento como la persona inteligente o apta para determinada ocupación; inteligente, en el sentido que entiende y comprende, y que tiene la capacidad de resolver problemas dado que posee las habilidades, destrezas y experiencia necesaria para ello; apta, en el sentido que puede operar competentemente en una determinada actividad debido a su capacidad y disposición para el buen desempeño de la ocupación.

Por tanto, podemos decir que el talento en las personas implica un "conjunto de conocimientos, habilidades, capacidades, motivaciones y actitudes puestas en práctica por una persona comprometida con una empresa".

A propósito del talento, nombre que doy a esta entrada, me parece especialmente relevante un aspecto que muchas veces no valoramos suficientemente. Me estoy refiriendo al efecto atracción que las empresas con mayor reconocimiento realizan sobre las personas con talento y viceversa. Es decir, personas con talento que son atraídas por empresas de prestigio. Esta circunstancia nos hace pensar que estamos ante un fenómeno de gran interés, que los jóvenes estudiantes y futuros profesionales deberían valorar suficientemente. Las empresas buscan y reconocen el talento, por tanto, quieren seleccionar talento, es decir, potencial.

Por su parte, Pilar Jericó, en su conocido libro "La nueva gestión del talento" se refiere al talento como aquella persona cuyas capacidades están comprometidas a hacer cosas que mejoren los resultados en la empresa. Hay una fórmula que Pilar Jericó utiliza para definir el talento que me parece especialmente interesante y oportuna:

Talento = Capacidades (Conocimientos y habilidades) + Compromiso + Acción

Es interesante detenerse en describir el gráfico que arriba se muestra sobre la construcción del talento. Partimos de las capacidades, entendidas como el conjunto de conocimientos adquiridos, la experiencia acumulada así como las habilidades que despliego en mi desempeño laboral. Todo esto representaría el "puedo" hacer algo. El segundo elemento de la fórmula del talento estaría formada por el compromiso, que viene a ser el "quiero" hacer. Sin el necesario compromiso el talento no será reconocido. Finalmente hay que ponerse en acción. El talento sin capacidad de acción se queda en nada, porque no "consigo" lo que pretendo, por eso, debemos recurrir nuevamente a la motivación, que es lo que nos hace movilizarnos. El directivo, el trabajador sin capacidad de hacer, de acción es un activo sin valor, por tanto será un profesional sin potencial. Y será prescindible. 

Además, el Modelo de Pilar Jericó nos muestra situaciones intermedias muy interesantes. Las capacidades y el compromiso sin la necesaria acción no alcanzamos nuestros propósitos. Te quedas dormido., tirando la toalla a la primera de cambio. El compromiso y la acción sin las capacidades estamos ante buenas intenciones, pues los esfuerzos son fallidos y erráticos. Damos “palos de ciego”. Finalmente, las capacidades y la acción sin compromiso se reducen a intentos sin fuerza ni perseverancia. Aparece la desmotivación. Sin motivación no hay proyecto alguno que podamos afrontar.

Al final el talento no parece tan complejo ni complicado. Es un concepto básico para las empresas y para las personas.  En definitiva, capacidades, compromiso, acción... son conceptos que se pueden aprender, aplicar, practicar e incorporar a nuestras tareas personales y profesionales. Lo importante es que se conviertan en  prácticas habituales. En adquirir patrones de comportamiento eficaces y de incorporarlos e integrarlos en nuestras conductas. De nuestra capacidad de aprender dependerá que tomemos lo mejor de la experiencia ajena, a modo de benchmarking personal y convertirla en propia. O al menor tener la conciencia de que vamos mejorando en nuestro desempeño. 

En lo personal, interpreto el talento como la capacidad con la que cuentan las personas para resolver problemas inteligentemente, aplicando todas sus habilidades, conocimientos, destrezas, experiencias y aptitudes, comprometidos en el progreso personal y de la organización en la que trabajan. Lo visto hasta ahora sobre el talento nos presenta un concepto lleno de riqueza y potencial. 

Para terminar me pregunto desde la perspectiva del talento, ¿que buscan actualmente las empresas en sus trabajadores? Yo creo que la respuesta a esta pregunta nos explica verdaderamente la importancia que la búsqueda del talento tiene en las empresas:

  • Capacidad de comunicación, entendida como una habilidad transversal que afecta a todo el desempeño de una persona. 
  • Adaptabilidad, entendida como la capacidad de adaptarnos a los continuos cambios del entorno.
  • Capacidad de resolución de problemas, entendida como la eficacia y agilidad para dar soluciones a problemas detectados, emprendiendo las acciones correctoras necesarias con sentido común e iniciativa.
  • Capacidad de controlarse a si mismo, entendida como la capacidad de pensar con claridad y concentración a pesar de las presiones, 
  • Automotivación, entendida como la capacidad para trabajar y utilizar nuestro potencial para conseguir los propósitos marcados,
  • Eficacia grupal e interpersonal, consistente en nuestra facilidad de cooperar con otras personas y de trabajar en equipo.
  • Eficacia dentro de la organización, medida en nuestro grado de compromiso a trabajar activamente.
  • Potencial de liderazgo, que podemos considerar como la capacidad de conducir a la empresa hacia los objetivos deseados con satisfacción de los seguidores.
El talento buscado por las empresas que se manifiesta en esta lista de cualidades debe ser correspondida. Para ello, y pensando en que el talento crezca y se desarrolle en la empresa, esta debe reconocerlo y utilizarlo adecuadamente. Si no es así se corre el riesgo de que se marche. Se debe empezar con una compensación adecuada, una relación basada en la confianza y el compromiso y en saber encontrar sentido al trabajo realizado. De esta forma el talento es garantía de desempeños excelentes.