Hace unas
semanas me decía una alumna que había permanecido todo el curso escolar en
Alemania como Erasmus, que por la dificultad idiomática (las clases eran en
alemán, y ella conocía inglés), el balance académico era bastante pobre, aunque
lo más provechoso que había obtenido de su experiencia en Alemania era la cultura del esfuerzo que había conocido
entre los universitarios alemanes. Decía que las bibliotecas un viernes por la
tarde o un sábado estaban siempre llenas…
Estas reflexiones
me hacen pensar en la importancia que este concepto tiene en la sociedad
española. ¿Se valora suficientemente? ¿Somos conscientes de que a través del
esfuerzo avanzamos y crecemos? ¿Recordamos cual fue la clave de la etapa de
desarrollo durante los años sesenta? ¿Hemos aprendido de las consecuencias nefastas
de una cultura basada en el éxito fácil, en el brillo de lo financiero?
Indudablemente
este concepto nos acerca al mundo del trabajo, a las condiciones laborales, a
las aportaciones y contribuciones del trabajador y a las recompensas que la
empresa debe realizar. Y ha tenido que ser que estemos padeciendo una crisis
económica sin precedentes, para que comiencen a oírse voces que apuestan
decididamente por la cultura del esfuerzo como un requisito necesario para
afrontar una salida a la situación de crisis. Y entre estas voces destacan las
del Presidente de Mercadona Juan Roig, que aboga claramente por la cultura del
esfuerzo, poniendo ejemplos tan visibles y cercanos para todos nosotros como
son los bazares chinos. Prefiero recordar más que a los chinos, los ejemplos de
empresas españolas, pequeñas empresas que salían adelante con el trabajo de
toda la familia.
La cultura del
esfuerzo suele estar vinculada a la cultura del trabajo, que podemos considerar
como un factor actitudinal de gran transcendencia para la vida. Es oportuno
detenernos para referirnos a la palabra cultura, que consiste en el conjunto de
patrones o cánones de conductas que se tienen como paradigmáticos. En lo
referente al concepto esfuerzo, puede tener un doble sentido, interno y externo,
e implica el empleo enérgico de fuerza física contra un impulso o resistencia y
el empleo enérgico de la actividad para vencer las dificultades que se oponen a
cualquier logro.
Quiero pensar
que la palabra esfuerzo está más vinculada a la autorrealización y motivación
personal. Sin estas actitudes el esfuerzo no será un valor permanente. Así
podemos encontrar elementos que se asocian al esfuerzo personal: la disposición
que ponemos en nuestro trabajo, la autoexigencia que nos imponemos como actitud
ante nuestras responsabilidades, el aliento para afrontar los objetivos, el empeño en
alcanzar nuestras metas personales, el desvelo que ponemos en la consecución de
una meta, la voluntad para cumplir con nuestras obligaciones, el ánimo en la
realización de cualquier actividad. Todo esto nos acerca al necesario esfuerzo
de debemos poner en lo que hacemos, en nuestro trabajo, en nuestra vida.
La palabra esfuerzo es
una palabra universal llena de valores en sí misma. En consecuencia, en la crisis actual, es aún más importante.
El valor del esfuerzo se puede enseñar, de ahí la importancia del sistema
educativo, para que sea capaz de transmitir a los niños y jóvenes la
importancia absoluta de cara a afrontar los proyectos vitales de cada uno. Por
tanto, se puede también exigir. En un momento como el actual, lleno de
incertidumbre por el futuro, es “exigible” un esfuerzo añadido. No hay valor más grande para el cambio
personal y profesional que el esfuerzo.
El esfuerzo
exige disciplina y motivación, en el sentido de que uno mismo se autoimpone,
por tanto, no debe ser impuesta. Es más, se ha dicho que el esfuerzo es el
fundamento del desarrollo de la persona, es garantía de progreso personal. De
ahí la importancia de que los jóvenes lo tengan muy claro.
A veces se le ha dado
un matiz peyorativo al esfuerzo. Pero la realidad, es que las personas no
vivimos del aire, sino de nuestro esfuerzo, de nuestro trabajo personal.
La cultura del
esfuerzo nos quiere destacar que cualquier logro, meta o desempeño excelente
requiere esfuerzo. Que el esfuerzo suele ser garantía de éxito, o al menos, de satisfacción personal.
Como
conclusión quiero resaltar que la cultura del esfuerzo, no debe ser considerada
ni rigurosa ni permisiva. Es una virtud que hay que enseñarla y cultivarla. Que
sin esfuerzo no se produce el necesario aprendizaje que para cualquier desempeño
precisamos.
Y en estos
momentos de emergencia económica en España considerar la cultura del esfuerzo
es una exigencia nacional necesaria para afrontar una tarea de recuperación que
considero titánica, a la vez que un deber como ciudadanos comprometidos.