jueves, 21 de junio de 2012

La metáfora del iceberg


El iceberg ha sido utilizado desde la catástrofe del Titanic en muchas circunstancias para explicar cómo el exceso de confianza, la soberbia y el creerse más importante “chocan” indudablemente con la realidad y te hacen sucumbir a escenarios más normales.  El naufragio del Titanic, del que se cumplen 100 años, ha sido utilizado como fuente de enseñanzas e inspiración para otros muchos campos.

En esta ocasión, no nos detenemos a analizar estas enseñanzas sobre el Titanic, sino que utilizamos la imagen del iceberg para compararla con el ser humano, con la persona. Nos muestra lo que viene a ser una metáfora, la metáfora de la persona como un iceberg.

Ciertamente, la persona es algo muy grande, pero como el iceberg, sólo mostramos una parte pequeña de nosotros. Todos somos mucho más de lo que mostramos, puesto que tenemos una vida interior que es el verdadero valor de una persona, nuestro verdadero yo. Ese valor que es ingobernable (el “alma invicta” que decíamos en una entrada anterior, refiriéndonos al poema victoriano de la película Invictus) es lo que hace a la persona capaz de abordar los mayores proyectos.

Esta metáfora es muy útil porque nos dice que un iceberg es una gran masa de hielo, en la cual únicamente la parte que flota, la que se ve, es perceptible a los ojos de las personas, pero está necesariamente soportado por lo que está debajo del agua, formada por una gran masa de hielo que no se ve, y que es lo que da soporte al iceberg.

Igualmente, la imagen de una persona, su marca personal, su prestigio, su desempeño profesional, su comportamiento es consecuencia, es resultado de lo que no se ve, de nuestra vida interior, de todo nuestro bagaje personal, de nuestra zona no visible.

La metáfora del iceberg nos ayuda a entender que el ser humano tiene una parte consciente que viene a ser la parte que está a flote del iceberg, que está formada por la parte del comportamiento, del lenguaje verbal y no verbal que los demás pueden ver. Es decir, el cómo nos ven, la forma de vestimos, como gesticulamos, nuestra manera de hablar, las cosas que contamos.

Debajo de esta parte consciente está nuestro subconsciente, que es lo que no pueden ver de nosotros, pero es lo que dirige nuestra vida, nuestro comportamiento. Ciertamente esta parte, como en el iceberg, es mucho más grande y es la que da forma a lo que somos, a través de nuestros actos, nuestros comportamientos, nuestras actitudes. Y aquí encontramos los sueños, las creencias, nuestras necesidades, los valores, los miedos, nuestros paradigmas, las normas impuestas y autoimpuestas, nuestras experiencias anteriores, los hábitos logrados, los conocimientos adquiridos, etc. Es decir, viene a ser todo lo que es intrínseco a la persona y todas aquellas cosas en las que se quiere convertir.

Estos antecedentes me sirven para volver al iceberg para relacionar esta metáfora aplicándola al mundo del trabajo y reflexionar de qué manera las personas se enfrentan a sus metas y objetivos con todo su potencial.

Y aquí nos encontramos, que las personas como trabajadores tienen también una gran zona no visible, como en el iceberg, que está formada por un heterogéneo conjunto de habilidades y aptitudes, de rasgos de personalidad, de actitudes y valores, de los necesarios e imprescindibles conocimientos, de experiencias personales y profesionales, de las motivaciones que nos impulsan en nuestra vida. Todo esto está oculto en el trabajador. 

Con estas premisas, la necesaria gestión de personas en las empresas y organizaciones, debe ser capaz de aflorar todo ese conjunto de activos intangibles para ponerlo al servicio de la empresa, a través de comportamientos observables.

Una vez más, el trabajador como persona y fuente de recursos (mi idea fuerte, que da nombre a este blog, De personas y recursos), como en la metáfora del iceberg, muestra una parte de su verdadero potencial. Todos conocemos a personas que trabajan principalmente esa zona visible, dejando sin profundidad, su marca personal, ofreciendo un posicionamiento confuso y efímero. En cambio, todos conocemos también a personas más enfocadas a esa parte no visible, en la que en cambio, sin un impulso a la superficie, sin visibilidad, la persona no consigue comunicar ni destacar sus competencias.

Del Titanic se dijo que era un barco insumergible y pasó lo que ya conocemos. Como las personas, el iceberg sí que es insumergible, y dependerá de que esa zona no visible, ese subconsciente lo vayamos fortaleciendo y sepamos desarrollar comportamientos que nos conduzcan al logro de nuestros deseos y aspiraciones más gratificantes, a los objetivos y metas profesionales que nos propongamos. 

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