El iceberg ha
sido utilizado desde la catástrofe del Titanic
en muchas circunstancias para explicar cómo el exceso de confianza, la soberbia y el creerse más importante
“chocan” indudablemente con la realidad y te hacen sucumbir a escenarios más
normales. El naufragio del Titanic, del
que se cumplen 100 años, ha sido utilizado como fuente de enseñanzas e
inspiración para otros muchos campos.
En esta ocasión,
no nos detenemos a analizar estas enseñanzas
sobre el Titanic, sino que utilizamos la imagen del iceberg para compararla
con el ser humano, con la persona. Nos muestra lo que viene a ser
una metáfora, la metáfora de la persona
como un iceberg.
Ciertamente,
la persona es algo muy grande, pero como el iceberg, sólo mostramos una parte pequeña de nosotros. Todos somos mucho más de lo que
mostramos, puesto que tenemos una vida
interior que es el verdadero valor de una persona, nuestro verdadero yo.
Ese valor que es ingobernable (el “alma
invicta” que decíamos en una entrada anterior, refiriéndonos al poema
victoriano de la película Invictus) es lo que hace a la persona capaz de
abordar los mayores proyectos.
Esta metáfora
es muy útil porque nos dice que un iceberg
es una gran masa de hielo, en la
cual únicamente la parte que flota, la que se ve, es perceptible a los ojos de
las personas, pero está necesariamente soportado por lo que está debajo del
agua, formada por una gran masa de hielo que no se ve, y que es lo que da soporte al
iceberg.
Igualmente, la
imagen de una persona, su marca personal, su prestigio, su desempeño
profesional, su comportamiento es consecuencia, es resultado de lo que no se
ve, de nuestra vida interior, de todo nuestro bagaje personal, de nuestra zona no visible.
La metáfora del iceberg nos ayuda a
entender que el ser humano tiene una parte consciente que viene a ser
la parte que está a flote del iceberg, que está formada por la parte del
comportamiento, del lenguaje verbal y no verbal que los demás pueden ver. Es
decir, el cómo nos ven, la forma de vestimos, como gesticulamos, nuestra manera de hablar, las
cosas que contamos.
Debajo de esta
parte consciente está nuestro subconsciente,
que es lo que no pueden ver de nosotros, pero es lo que dirige nuestra vida,
nuestro comportamiento. Ciertamente esta parte, como en el iceberg, es mucho
más grande y es la que da forma a lo que somos, a través de nuestros actos,
nuestros comportamientos, nuestras actitudes. Y aquí encontramos los sueños,
las creencias, nuestras necesidades, los valores, los miedos, nuestros paradigmas,
las normas impuestas y autoimpuestas, nuestras experiencias anteriores, los hábitos
logrados, los conocimientos adquiridos, etc. Es decir, viene a ser todo lo que
es intrínseco a la persona y todas aquellas cosas en las que se quiere
convertir.
Estos
antecedentes me sirven para volver al iceberg para relacionar esta metáfora
aplicándola al mundo del trabajo y reflexionar de qué manera las personas se
enfrentan a sus metas y objetivos con todo su potencial.
Y aquí nos
encontramos, que las personas como
trabajadores tienen también una gran zona no visible, como en el iceberg,
que está formada por un heterogéneo conjunto de habilidades y aptitudes,
de rasgos de personalidad, de actitudes y valores, de los necesarios
e imprescindibles conocimientos, de experiencias personales y profesionales,
de las motivaciones que nos impulsan
en nuestra vida. Todo esto está oculto en el trabajador.
Con estas premisas, la necesaria gestión de personas en las empresas y organizaciones, debe ser capaz de aflorar todo ese conjunto de activos intangibles para ponerlo al servicio de la empresa, a través de comportamientos observables.
Con estas premisas, la necesaria gestión de personas en las empresas y organizaciones, debe ser capaz de aflorar todo ese conjunto de activos intangibles para ponerlo al servicio de la empresa, a través de comportamientos observables.
Una vez más, el
trabajador como persona y fuente de recursos (mi idea fuerte, que da nombre a este
blog, De personas y recursos), como en la
metáfora del iceberg, muestra una parte de su verdadero potencial. Todos conocemos a personas que trabajan principalmente
esa zona visible, dejando sin profundidad,
su marca personal, ofreciendo un posicionamiento confuso y efímero. En cambio, todos
conocemos también a personas más enfocadas a esa parte no visible, en la que en cambio, sin un impulso a la superficie, sin
visibilidad, la persona no consigue comunicar ni destacar sus competencias.
Del Titanic se dijo que era un barco insumergible y pasó lo que ya
conocemos. Como las personas, el iceberg sí que es insumergible, y dependerá de
que esa zona no visible, ese subconsciente lo vayamos fortaleciendo y sepamos
desarrollar comportamientos que nos conduzcan al logro de nuestros deseos y
aspiraciones más gratificantes, a los objetivos y metas profesionales que nos
propongamos.
Hermoso lo que escribiste! Te felicito!
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario.
ResponderEliminarUn cordial saludo
Jhonatán medina mamón
ResponderEliminarMaria Alejandra Ruda Mamacita
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