sábado, 11 de abril de 2020

Resiliencia en la hecatombe



Estamos inmersos en plena hecatombe por la pandemia del Covid-19. Efectivamente vivimos en una situación muy difícil, difícil de vivir, difícil de explicar, difícil de comprender. Las estadísticas, siempre tan frías, ahora lo son más, porque son personas, miles de personas fallecidas, enfermas, en soledad, sin poder acompañar o despedir a seres queridos en sus últimos días. Las cifras son de tal magnitud, las consecuencias son tan graves, la incertidumbre es de tal dimensión, que como afirmaba el gran periodista Gervasio Sánchez, estamos ante una verdadera hecatombe en todos los niveles. 

Sí, una hecatombe, en primer lugar sanitaria. A fecha de hoy, 11 de abril, más de 16.000 españoles han fallecido, más de 160.000 contagiados, de los cuales 22.000 son sanitarios, los hospitales al límite, sin el equipamiento de protección necesario en muchos casos. Una hecatombe a nivel económico, con millones de nuevos parados, con unas perspectivas de recesión económica brutales, que eleva la incertidumbre de un futuro muy incierto. Una hecatombe a nivel humano, con miles de personas que han fallecido en la soledad, sin el último adiós de sus hijos, de sus seres queridos. Enfermos que están sufriendo en soledad, en silencio, con miedo. Personas mayores que en residencias o en sus casas están sufriendo en primera persona la crueldad de esta pandemia que lleva a toda la humanidad a sentirse vulnerable y herida. Tardaremos mucho tiempo en valorar en su justa medida la verdadera dimensión de esta hecatombe.

Pero esta hecatombe que hoy nos supera debe entenderse como un parón que exige hondura, profundidad y silencio. Hay una palabra que debemos tener presente en esta situación de dolor sin precedentes: la resiliencia. No nos acostumbremos a la dureza de los datos que día a día vamos conociendo, como si el sufrimiento que no nos toca no fuese real. La resiliencia nos ofrece la capacidad de adaptarnos y superar las adversidades. Las personas que han sufrido tanto: enfermos, familiares que han perdido un familiar, nuevos parados, jóvenes que tienen un futuro más incierto, adultos con cargas familiares que se han quedado sin trabajo, personas sin hogar, personas de otros lugares que aspiraban llegar a otros países más desarrollados en busca de una vida digna.... Son tantas las circunstancias de dolor que no podemos caer en el desánimo. A falta de respuestas, los creyentes confiamos en el Dios con nosotros, que Dios actúa pero que no lo comprendemos. Esta noche oscura de la pandemia del Covid-19, este sufrimiento que vivimos debe ser, en lugar de una fuerza paralizante una oportunidad de ser mejores, más humanos, más unidos. La resiliencia nos ofrece esa capacidad de las personas de cambiar a mejor, de volver a la vida distintos. Frente a la hecatombe que  nos desborda como personas, la motivación a la resiliencia que nos abre a nuevos horizontes, en una nueva humanidad que aprende de sus caídas. La resiliencia de tantas personas que están dando un sobrecogedor ejemplo de servicio a sus compatriotas: personal de hospitales, sanitarios, policías, militares, personal de supermercados, etc. La resiliencia de tantas personas que a las ocho de la tarde aplauden tanta generosidad. Como decía Víctor Frank "En tiempos de crisis, las personas buscan significado. El significado es fuerza. Nuestra supervivencia puede depender de nuestra búsqueda y búsqueda."

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