"Crean lo que aprenden, enseñen lo que creen y practiquen lo que enseñen"
San Agustín
"Toda persona tiene obligación de formarse. Dependiendo de su nivel se le exige un mínimo de formación. Si es un inmigrante, tiene la obligación de un mínimo de dos horas diarias de formación". Estas palabras las decía mi hermano Ignacio en una reciente entrevista en radio Sanlúcar la Mayor (pueden escuchar audio en www.escueladesolidaridad.blogspot.com.es). Explicaba el programa Mejor formado de la Fundación Escuela de Solidaridad. Una entidad que acoge a personas sin recursos que tiene como objetivo la acogida e intervención sobre personas que viven el desarraigo, la desventaja social, el maltrato o la exclusión.
Esta magnífica iniciativa, la de apostar por la formación como estrategia para salir adelante de una situación tan difícil, me hizo recordar la importancia de saber desarrollar esta habilidad a nivel personal o profesional. Me estoy refiriendo a la capacidad de aprender. Los neurocientíficos nos dicen que sólo utilizamos el 10% de nuestra capacidad cerebral. Por tanto, nos queda un potencial enorme de aprendizaje e ir más allá de lo que habitualmente hacemos.
En mis clases de habilidades de dirección suelo destacar esta habilidad de entre las muchas que a nivel personal y directivo se deben desplegar en nuestra vida para obtener los resultados y objetivos deseados. Y tanto es así, que empiezo el curso con esta habilidad. Y es que lo considero básico, el pilar sobre el que construir todo el "edificio" de nuestro proyecto vital.
En mis clases de habilidades de dirección suelo destacar esta habilidad de entre las muchas que a nivel personal y directivo se deben desplegar en nuestra vida para obtener los resultados y objetivos deseados. Y tanto es así, que empiezo el curso con esta habilidad. Y es que lo considero básico, el pilar sobre el que construir todo el "edificio" de nuestro proyecto vital.
¿Qué implica la capacidad de aprender? La verdadera capacidad de aprender viene determinada por la calidad del aprendizaje que hayamos realizado y de su puesta en práctica al servicio de nuestros objetivos. Vemos por tanto, que tiene dos elementos fundamentales: lo que aprendemos y cómo lo aplicamos.
La persona que se queda en los conocimientos o en su experiencia pasada y no desarrolla la necesaria adaptabilidad a un entorno tan cambiante, se puede convertir en un freno para su desarrollo personal. La formación se constituye en premisa para la consecución de nuestras metas. Sebastián Cerro en "Dirigir con talento" dice que "la capacidad de aprender es más una cuestión de actitud que de técnica". ¡Qué gran verdad! Una interesante afirmación que encierra un enorme potencial y significado.
Si bien es cierto, y ya lo hemos comentado en otras entradas (Adaptabilidad: ¿somos adaptables?), en el contexto actual, lo que importa y se valora cada vez más ya no es tanto lo que sabemos, lo que una vez aprendimos, como nuestra capacidad de aprender, es decir, de qué manera afrontamos la realidad que nos rodea y de qué manera actuamos. Si estamos preparados al permanente reto que nos presenta la realidad en la que vivimos, estaremos desarrollando nuestra capacidad de aprender. La capacidad de aprender nos permite descubrir nuestro potencial y nuestra capacidad de aprendizaje, crecimiento y desarrollo. Desarrollar tu capacidad de aprender implica un compromiso de aprendizaje permanente.
Y no se trata sólo de acumular conocimientos. Querer aprender implica una actitud determinada. Esta actitud es la clave de un aprendizaje continuo, pues genera muchas más posibilidades de aprendizaje que las acciones formativas programadas. La formación programada también aporta un valor grande a las personas y organizaciones.
Las personas deben saber detectar cuando es más importante la formación, como por ejemplo, cuando necesitamos acometer nuevos problemas, o bien, cuando tenemos que asumir nuevas tareas o afrontamos cambios en nuestra misión personal.
Estos hitos importantes se pueden ver acompañados por momentos y decisiones más cotidianas. Son pequeñas decisiones personales que hacen de la capacidad de aprender una verdadera prueba de cómo somos y de qué queremos conseguir. Veamos algunas ideas: recuperar el hábito de leer prensa especializada, la lectura de libros sobre determinadas materias, la asistencia a conferencias, seminarios y cursos de formación, las visitas a empresas, entidades y organizaciones, el aprendizaje de aquellas personas que consideramos mejores a modo de un benchmarking personal, la práctica de la conversación con personas expertas en aquellos temas que nos interesan, encontrar la buena costumbre de escribir sobre asuntos de interés (el escribir afianza nuestro conocimiento), la oportunidad de ir constituyendo un archivo o biblioteca particular, la búsqueda en internet de documentación escrita y audiovisual, etc. Hay tantas oportunidades de aprender. La era del conocimiento nos lo ha facilitado enormemente. La virtud está en saberlas aprovechar.
Para que lo anterior sea posible es necesario que la persona quiera, tenga motivación por hacerlo. Desee aprender, necesite aprender. Aún así, las personas nos podemos encontrar con factores limitantes que frenan la capacidad de aprender. Nuestra habilidad consistirá en saber hacerles frente evitando que nos superen. En primer lugar destacaría la falta de ilusión por mejorar, por superarnos en nuestra vida y en nuestro trabajo. Sin este impulso interior, la fuerza por aprender se irá apagando. Por ello es fundamental no perder la ilusión que el aprendizaje nos proporciona. En segundo lugar, no debemos perder la visión a largo plazo. Si nos dejamos absorber por lo inmediato, la eficacia de alcanzar los objetivos propuestos mermará. Finalmente, el no perseverar en el mantenimiento de esta habilidad a lo largo del tiempo también restará eficacia de forma contundente. Debemos ser constantes en nuestros propósitos. Y esa constancia en el despliegue de nuestra capacidad de aprender es básico.
En el libro "El liderazgo al estilo de los Jesuitas", de Chris Lowney, se afirma que una de las características que desarrollan los líderes es que "están siempre enseñando y aprendiendo". Pues que esta característica jesuítica nos marque el camino a seguir para desarrollar eficazmente la capacidad de aprender. Aquella que nos facilitará avanzar en nuestros objetivos. Será como nuestro programa personal "Mejor formado", del que comentábamos al principio, y que forma parte del quehacer diario de la Fundación Escuela de Solidaridad.
Hola Javier veo que vas teniendo una buena pluma..y que dejas plasmado unas buenas dósis de ánimo... yo desde este rincón del sur, te animo a que sigas...
ResponderEliminarPity
Gracias Pity. Me alegra que leas estas sencillas entradas. Esta concretamente, la capacidad de aprender, dice mucho de las personas, de cómo afrontamos nuestros objetivos. Al final como decía, es más una cuestión de ACTITUD que de técnica, de hábitos que de conocimientos. Somos lo que hacemos. Un abrazo.
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