jueves, 23 de enero de 2014

Cambiamos cuando descubrimos




"No son los más fuertes o los más inteligentes los que sobreviven, 
sino los que mejor se adaptan a los cambios"
Charles Darwin 

Nuestro poder para cambiar se basa en la capacidad para descubrir. Sólo así el cambio será verdadero, auténtico. Si esto es muy importante para las personas, no es menos decisivo en el ámbito de las empresas y organizaciones. La gestión del cambio se ha convertido en una habilidad muy valorada en la actualidad. En un entorno tan dinámico, con situaciones, costumbres y realidades sociales que evolucionan con tanta rapidez, la capacidad de las personas por afrontar ese cambio inexorable es fundamental.

A nivel directivo, la gestión del cambio lo relaciono con el desarrollo de la visión, una habilidad compleja pero determinante para las empresas y, porque no decirlo, también para las personas, pues permite construir una visión alentadora generadora de una actitud positiva, que nos predispone a la acción y nos ayuda a conseguir nuestras metas y retos.

El proceso de cambio inspirado por una visión de hacia donde queremos llegar nos hace afrontar dificultades y oportunidades más eficazmente. Pero esa visión necesita concreciones, realidades que nos hagan descubrir motivos para afianzar el cambio.

En las empresas es fascinante descubrir cómo el cambio es un proceso continuo de descubrimiento y acción. Las empresas que sobreviven son organizaciones en permanente cambio, cuando lo perciben  como un proceso permanente. Que importante es tomar conciencia de esto. Percibir el cambio no como una amenaza sino como una oportunidad. El proceso de descubrir aporta a la empresa nuevos horizontes, nuevas perspectivas. Esto nos aporta una visión que nos alienta, cuyo grado de eficacia en alcanzarla dependerá, en gran medida, de las decisiones que vayamos tomando. Siempre he dicho que la calidad de esas decisiones configura la vida de cada uno. Y en la empresa pasa algo parecido. Efectivamente, la toma de decisiones y los planes de acción derivados de ella son cuestiones de vital importancia para la función directiva. Para que este proceso sea eficaz se debe construir sobre las características personales y sobre la propia dinámica de la empresa.


En ese proceso de cambio no podemos olvidar el error, el fracaso, etc. que siempre estará presente. Oscar Wilde decía que "Experiencia es el nombre que damos a nuestras equivocaciones". Efectivamente, el fracaso como fuente de aprendizaje debería ser más valorado. España es un país en el que el miedo al fracaso y al ridículo ha paralizado muchas iniciativas y oportunidades. Mucho se ha escrito sobre esto, pero la realidad es que hay tantos ejemplos en la historia sobre importantes avances y cambios que habían estado precedidas de fracasos y equivocaciones importantes.

Una de las competencias o habilidades más buscadas hoy día entre los directivos es precisamente la de saber manejar cambios y hacer que las cosas ocurran como deben ocurrir y den los frutos esperados. Pienso que el primer objetivo de cualquier proceso de cambio es concienciar a la gente de la necesidad del cambio mismo. Y ese mismo cambio pasa necesariamente por conocer las propias competencias personales:


En el proceso de descubrimiento que hemos comentado lo que importa el es “camino hacia”, la “búsqueda de”. Una vez llegados al lugar que buscábamos se pierde interés y todo comienza de nuevo. Aquí radica lo fascinante de este camino sin final. Saber descubrir, saber interpretar, saber interpelar nos ayudará a entender nuestro camino a seguir, como personas y como empresas, sabiendo que "la eficacia de una organización es igual a la calidad de las decisiones multiplicada por la implicación de las personas que integran dicha organización".