lunes, 14 de enero de 2019

"Rigor mental y precisión conceptual" En homenaje a Jaime Loring





El pasado viernes 11 de enero de 2019 fallecía en Málaga el Padre Jaime Loring, jesuita y fundador de ETEA en 1963. Desde su fallecimiento se han escrito numerosos testimonios de muchas personas que lo conocieron y pudieron ver en Jaime Loring, una persona visionaria, comprometida y coherente. Fui alumno de Jaime Loring en ETEA, y guardo un gran recuerdo de sus clases de Contabilidad de Sociedades y Economía de la Empresa, de sus charlas y reflexiones, de las conversaciones en los descansos entre clase y clase. Lo que más me llegaba de Jaime eran sus explicaciones y argumentaciones para cada uno de los conceptos que trataba de presentarnos. Guardo una frase de él que utilizo cada año en mis clases en la Universidad de Córdoba. Esa frase es precisamente la que da título a esta colaboración: "Rigor mental y precisión conceptual". Esta cita que le escuché en repetidas ocasiones, me marcaría en mi vida profesional, y desde mi actividad docente trato de trasladar a mis alumnos el sentido y significado que aprendí de Jaime Loring. La importancia para un universitario de ser riguroso en los razonamientos y preciso en la utilización de los conceptos, sea cual sea la materia o el ámbito en el que nos encontremos, y que son la levadura que nos lleva a la integridad personal y profesional.

La ETEA que yo conocí y que fundó Jaime Loring ha representado un formidable activo para las generaciones de jóvenes que se han formado en Córdoba. Una formación universitaria puntera en lo académico, pero preocupada en lo humano, atendiendo una visión ética de las relaciones económicas. Este es su legado, el legado de haber sido un gran profesor, al que le debemos parte de lo que somos, y una persona comprometida en mejorar el mundo. Una persona que huía de las etiquetas, y sobre esto el mismo se definía "Yo no soy de izquierdas, ni de derechas. Soy yo", etiquetas que sin duda comprometían su fidelidad con el rigor mental y la precisión conceptual que como intelectual defendió durante toda su vida.

miércoles, 2 de enero de 2019

Política de etiquetas



En la España actual, tan moderna y a la vez tan amante de sus tradiciones y costumbres, se ha hecho habitual un método de discusión que remplaza a los argumentos y al debate por los ataques personales y la apelación a la etiqueta política: progresista, conservador, derecha, izquierda, etc. En su raíz está la misma filosofía usada por sistemas no democráticos para etiquetar a las personas como enemigos del sistema y lo políticamente correcto, y así movilizar y condicionar a los ciudadanos en una determinada línea de pensamiento.

El cambio político en Andalucía y la incertidumbre y dependencia de apoyos imposibles en el Gobierno de España son algunos de los elementos de más relevancia en la actualidad. Los resultados de las últimas elecciones andaluzas han permitido que se reactivarán aún más el uso de etiquetas para calificar a determinadas formaciones políticas o a sus votantes.

Las etiquetas constituyen un recurso mental y dialéctico, que la Real Academia de Lengua Española lo define como «una calificación estereotipada y simplificadora», una forma de buscar explicaciones básicas cuando una persona no responde ante una situación como creemos que debería. En política, el recurso a las etiquetas lleva a simplificar las ideologías a extrema derecha, derecha, centro, izquierda o extrema izquierda, o bien hablar de conservadores y progresistas. Y todos sabemos que la realidad es mucho más compleja, pero se cae con frecuencia, sin el más mínimo rubor, en lo estereotipado y simplificado.

Los partidos políticos y los medios de comunicación tratan de menoscabar la reputación de otros con expresiones que repiten hasta la saciedad para que calen y se asienten como etiquetas peyorativas o descalificadoras. Tratan de generalizar esas etiquetas, de arraigarlas en la conversación colectiva, hasta que el ciudadano las asume y considere normales. Además de las etiquetas se recurre a otros calificativos que implican connotaciones despectivas, con clichés y tópicos, para asociarlos al significado de la etiqueta. Ese recurso a desgastar y criticar al rival puede provocar en la ciudadanía el desafecto a la política, el hartazgo y en definitiva, la abstención. 

No obstante,  las personas, los partidos, las ideas, son mucho más que etiquetas. Y la mejor manera de combatirlas es la de recurrir al rigor mental, la precisión conceptual y la integridad. Las etiquetas, en definitiva, se basan en prejuicios o tópicos muchas veces vacíos de contenido y fundamento. Que cierto aquello de que las palabras que no van seguidas de hechos no valen nada. Y las etiquetas sin base suelen acabar en la nada, pues atentan contra la inteligencia de las personas.

Por ello, frente a tanta etiqueta, bien estaría en recordar a Ortega y Gasset, cuando refiriéndose a la política aseveraba que "ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral". El autor critica que el situarse en bandos, más o menos extremos, como una manera de pensar contraria a la otra, impide observar y aprender los puntos buenos y los valores positivos del otro supuesto bando. Frente a la política de etiquetas, tópicos y monsergas mediáticas, se necesita más capacidad de diálogo, más empatía y en consecuencia, tratar con respeto a las personas y sus opiniones. Es lo más básico en democracia. Ciertamente, la política no se encuentra en sus mejores momentos, y la respuesta en todos sus actores, políticos y ciudadanos, no puede ser otra que liderazgo en las ideas, responsabilidad y sensatez en la toma de decisiones y eficacia en la gestión.