viernes, 30 de diciembre de 2016

Valor y propósito


Mario Alonso Puig


Video FES

En estos tiempos de vértigo por la rapidez de los acontecimientos, el peso abrumador de las nuevas tecnologías, que demanda una continua atención, es necesario tener las ideas claras de por dónde y cómo uno quiere transitar en la vida. Para ello, hay dos palabras que representan conceptos de un gran contenido para la persona. Personalmente me gustan mucho y creo que definen muy bien el comportamiento y el hacer de las personas. Me estoy refiriendo al valor y al propósito.

El propósito se define como la determinación firme de hacer algo, y también como el objetivo que se pretende alcanzar. En cambio el valor es la cualidad, virtud o utilidad que hacen que algo o alguien sean apreciados.

Recientemente he visto un video de la Fundación Escuela de Solidaridad que inserto arriba y que dirige mi hermano Ignacio, en el que precisamente hacen referencia a estos conceptos, como parte de la finalidad que persiguen: dar valor y propósito a las personas para que puedan encontrar el camino que les lleve a recuperar la dignidad perdida. Personas anónimas que la vida les ha llevado a situaciones límites, de desamparo, de abandono. La FES siempre cercana y dispuesta las acoge y ofrece un lugar donde recuperar fuerzas para afrontar con energías una vida llena de dificultades.

Víctor Frankl, el conocido neurólogo y psiquiatra austríaco, autor de "El hombre en busca de sentido" afirma que “nuestra misión en la vida no la inventamos, sino que la detectamos: toda persona tiene su propia misión o vocación específicas en la vida… En ellas no puede ser reemplazada, ni su vida puede repetirse. De modo que, la tarea de cada uno, es tan única como su propia oportunidad específica para llevarla a cabo”. Frankl, que sobrevivió a los campos de concentración nazi, llego a una conclusión sobre sus vivencias en los campos de exterminio: es la existencia en el hombre de una libertad interior que nadie puede arrebatarle, ni en las circunstancias más difíciles. Pase lo que pase, el hombre siempre es libre para decidir qué actitud va a tomar ante lo que suceda. Ante circunstancias tan extremas, Frankl se pregunta ¿por qué soportar todo aquel sufrimiento? Para responder a esta cuestión, cita unas palabras de Nietzsche: “Quien tiene algo por qué vivir, es capaz de soportar cualquier cómo”. Estas reflexiones nos llevan de nuevo al valor y al propósito. A pesar de todas las dificultades, se necesita recomponer el valor para sentirse valioso y apreciado, recuperar la autoestima y creer en uno mismo. Desde aquí se puede construir un propósito, una determinación, un objetivo que ilusione.

Cuando una persona falla en saber lo que quiere y cómo lo va a conseguir (inteligencia), o no dispone de una voluntad consistente para lograrlo, queda a merced de las pasiones que, como todos sabemos, nos llevan a optar por lo más fácil y placentero o, en el mejor de los casos, a dejarnos llevar por las fuertes emociones del momento (ira, optimismo desbordado, etc.).

En el ámbito de la empresa, resulta interesante aplicar este enfoque del valor y el propósito. Desde la perspectiva de la gestión de personas, los propósitos, valores y principios deben ser la hoja de ruta en la actuación de una organización:
  • Los Propósitos, como eje de qué se quiere hacer (a los clientes) y qué se espera de ellos. 
  • Los Valores, sobre la base del principal activo, las personas, los valores son los ejes de actuación de una empresa, construida desde los trabajadores y sobre la base de su desempeño: el desarrollo de un liderazgo construido sobre la responsabilidad compartida y el compromiso en generar resultados, la integridad de hacer siempre lo correcto, la pasión por ganar como estrategia a largo plazo y la confianza como la mejor baza para trabajar mejor.
  • Los Principios, como guías de un comportamiento ético basado en el respecto a las personas, la innovación y la excelencia en el trabajo a todos los niveles.
Formular un propósito es prioritario a la hora de definir la misión de la empresa de cara a los planteamientos de futuro, lo cual proporciona coherencia y estabilidad a largo plazo. A nivel personal, identificar ese valor de considerarnos capacitados y ese propósito de querer alcanzar las metas de una visión que nos proyecta, es clave para elevar la dignidad de las personas. Por ello, mi alegato es por la formación y el aprendizaje como palanca personal que lance a la persona a focalizar sus ilusiones y desde un equilibrio interior, le proyecte hacia la satisfacción y logro personal.

domingo, 18 de diciembre de 2016

Responsabilidad social por ley



“La responsabilidad social empresarial es el ejercicio ético de la competitividad”
Víctor Guédez

Es conocido por todos que las empresas se ven sometidas a múltiples legislaciones de todo tipo: mercantil, laboral, fiscal, medioambiental, etc. Los Estados a lo largo de décadas han ido regulando lo que para el capitalismo constituía el paradigma de su razón de ser: la libertad de empresa. En cambio, sobre la responsabilidad social y ética poco o nada se ha legislado ¿No será el momento de abordar un proceso que acompañe a la globalización económica, basado en el desarrollo de una responsabilidad social, que armonice derechos y permita modular la necesaria competitividad condicionada al desarrollo de las personas y al bien común de la sociedad?

Un enfoque moderno de gestión de personas debe, en cambio, poner el foco en la perspectiva de la responsabilidad social de la empresa, con el objetivo de considerar y valorar el impacto social que las decisiones empresariales tienen sobre los derechos básicos de las personas en el contexto de las relaciones laborales y en el impulso del capital humano, ya que el cómo las empresas organicen el trabajo y se comprometan a respetar y proteger los derechos laborales, incide fuertemente en el desarrollo y progreso tanto de las personas como de las sociedades. Es preciso, por tanto, que la responsabilidad social de la empresa no sea sólo un elemento de marketing, sino la base de un nuevo modelo empresarial. Desgraciadamente, en la actualidad la responsabilidad social de la empresa se mide por las acciones en su propio negocio antes que por su altruismo. 

La Comisión Europea apunta que la mayoría de las definiciones de la responsabilidad social de las empresas entienden este concepto como la integración voluntaria, por parte de las empresas, de las preocupaciones sociales y medioambientales en sus operaciones comerciales y sus relaciones con sus interlocutores. Las empresas integran las principales cuestiones de responsabilidad social en su vertiente laboral, que pueden ser: la gestión de la conciliación de la vida laboral y personal, la gestión de la igualdad entre mujeres y hombres, la diversidad cultural, la integración real de la discapacidad, el desarrollo profesional, la participación en acciones sociales, etc., que normalmente responden a compromisos y obligaciones de las empresas con los empleados. 

En este sentido, es destacable la enseñanza que desde la Doctrina Social de la Iglesia (concretamente en la Encíclica Centesimus annus) encontramos sobre la responsabilidad social. En efecto, la finalidad de la empresa no es simplemente la producción de beneficios, sino más bien la existencia misma de la empresa como comunidad de hombres que, de diversas maneras, buscan la satisfacción de sus necesidades fundamentales y constituyen un grupo específico de servicio a la sociedad entera. La cada vez mayor responsabilidad deriva de la capacidad de influencia que la empresa tiene en el mundo globalizado. Por eso, la empresa no puede ignorar que el fin último de la economía es el desarrollo integral y solidario. El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia habla en numerosas ocasiones de humanismo integral y solidario, en una fórmula que pretende sintetizar qué tipo de persona hay que favorecer y qué tipo de sociedad hay que construir en consecuencia.

Una evaluación de la responsabilidad social de la empresa permitirá catalogar a una empresa como “buena” o “mala” para la sociedad. Por ello, cada vez son más las empresas que se suman a esta tendencia, aunque lo consideramos claramente insuficiente. La responsabilidad social de la empresa deberá constituirse como de interés común, al margen de que pueda convertirse en ventaja competitiva, en una estrategia que permita mejorar su reputación e imagen, sobre todo ahora que los ciudadanos se van convirtiendo en consumidores responsables y cada vez más exigentes.

Una empresa socialmente responsable tiene una estrategia de responsabilidad social y la debe comunicar a todos sus empleados, clientes, accionistas, proveedores, distribuidores, Administración Pública, etc., entendiéndola como algo distinto y superior a la bienintencionada filantropía. La responsabilidad social de la empresa exige códigos de conducta y de ética para mantener el balance social, económico y ambiental de la empresa. Si una visión centrada en el interior de la empresa se considera ya superada en un escenario caracterizado por la globalización, la consideración de la responsabilidad social abre la empresa hacia el exterior, reforzando la conciencia de la responsabilidad creciente de las empresas.

En definitiva, la cuestión que propongo es si ha llegado el momento de que la responsabilidad social de la empresa deba regularse por ley. Considero que es un tema tan importante o más que los demás asuntos que están sometidos a tan estricta normativa. Aunque ciertamente, la responsabilidad social de la empresa va más allá de la ley, del mismo modo que la Justicia va más allá de la norma escrita; y su desarrollo precisa de una sociedad que comparte ciertos valores y que se compromete con ellos en todas sus actividades, independientemente de la existencia de una ley.