martes, 26 de junio de 2012

El valor de la actitud


Recuerdo hace más de veinte años que un trabajador de una de las empresas en la que he trabajado anteriormente me confesaba con decepción “Javier, para mí la semana comienza el viernes al mediodía y termina el domingo”.

Traigo esta experiencia personal para referirme en esta nueva entrada al siempre apasionante mundo de las actitudes, de la importancia de las actitudes, del valor de las actitudes. Y aún más importante en el contexto actual en el que la diferencia en las personas, en los trabajadores, la va a marcar precisamente la actitud.

Decía Wiston Churchill “Attitude is a little thing that makes a big difference”, es decir, “La actitud es una cosa pequeña que hace una gran diferencia”. Ciertamente la actitud de los trabajadores en el desempeño de sus actividades y tareas es la que hace un trabajo excelente o mediocre. Es más, la actitud de las personas en todo lo que hagamos, marcará la diferencia de manera decisiva. Todos podemos tener conocimiento de experiencias personales propias o ajenas en el que habremos concluido que es la actitud de las personas la que hace destacar unas sobre otras.

El diccionario de la Real Academia Española en su tercera acepción define la actitud como “Disposición de ánimo manifestada de algún modo”. También se la suele definir como la predisposición positiva o negativa que el individuo demuestra hacia personas, objetos, ideas o situaciones. Es decir, estamos ante una característica personal, por la que la persona desarrolla un poderoso instrumento vital en el desarrollo de su actividad personal  o profesional. Si tuviéramos que definir los factores que consideramos más importantes  en nuestro jefe o si bien nos piden que enunciemos los factores que más valoramos en nuestros colaboradores o subordinados, descartando los que hacen referencia a conocimientos o habilidades, el resto, que serán la mayoría, son factores actitudinales, como por ejemplo trabajo en equipo, efectividad, pensar en positivo, compromiso, etc.

Por tanto, llama la atención la escasa importancia práctica que se ha venido dando a este concepto, cuando hemos concluido que es el verdadero elemento diferencial de las personas: su actitud.

Víctor Küppers afirma en su libro “El efecto Actitud” (Viena Ediciones), que “La actitud de las personas que trabajan en una empresa es su principal activo, ya que la empresa vive de las ganas de aportar, de crecer, de mejorar y de luchar de las personas que trabajan en ella”. Como vemos se trata de una extensión de la frase ya comentada en otra entrada (La dignidad humana del trabajador), y mucho más conocida: “las personas son el principal activo de la empresa”. Ciertamente aquí hemos defendido que las personas son el activo más determinante de la empresa, pero igualmente es obvio reconocer que las personas no son iguales, y la diferencia principal radica en su actitud.

Küppers plantea una fórmula que me parece muy acertada, para medir el valor de nuestro trabajo como personas y trabajadores:

Valor = [C + H]*A

Como en toda fórmula matemática, primero definamos las incógnitas y luego analicemos la ecuación. Según la fórmula, nuestro valor como trabajador es igual a nuestros Conocimientos más nuestras Habilidades multiplicado por nuestra Actitud.


Vemos que las habilidades y los conocimientos suman, pero lo que realmente marca una diferencia en nuestro valor es la actitud, por eso no suma, sino que multiplica. Ciertamente que las habilidades son muy importantes, más bien decisivas, pero como les reitero a mis alumnos de Habilidades de Dirección, estas se aprenden, practicando, ejercitando, hasta que se conviertan en hábitos, y sobre los conocimientos, con mayor o menor dificultad, los aprendemos. Pero, ¿y la actitud?, es una variable que multiplica nuestro valor. Como decíamos al principio, la actitud marca la diferencia en el resultado que obtenemos de nuestro trabajo. Pero aunque es más difícil aprenderla, podemos desarrollarla. Para ello los elementos clave que podemos tener en cuenta pueden ser los siguientes:


1º. Tener claro los objetivos personales, y como consecuencia nuestra motivación.
2º. Tratar de conseguirlos, y por tanto, ponerse en acción.
3º. Tratar de poner entusiasmo en lo que hacemos.


Las personas podemos mejorar nuestra vida mejorando la actitud, podemos mejorar nuestro trabajo profesional desarrollando esos elementos clave que movilizan nuestra actitud. Así que con una buena actitud, todos estaremos de acuerdo en considerar que la semana empieza el lunes y no el viernes al mediodía...

5 comentarios:

  1. El primer dia de clase lo entregaré a los alumnos..!!!

    Buenísimo!!!

    Un abrazo!!

    javier (sobrino)

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  2. Gracias.
    Yo también comenzaré mi Primera Clase haciendo referencia a las actitudes...

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  3. Esta es una de las entradas que más me ha gustado. Un buen escrito ante todo lo comentado el primer día en clase.

    Saludos.

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