Dedicada a mi hermano Ignacio y la FES.
En
plena crisis económica parece complicado cualquier esfuerzo que suponga
observar la realidad desde enfoques y perspectivas diferentes. Yo creo, en
cambio, que es un momento en el que los valores importantes deben tomar una
relevancia especial.
El caso que es que en el contexto actual me parecen fascinantes las
palabras que el Papa Benedicto XVI dice en su Encíclica "Cáritas in veritate":
"En la época de la globalización, la actividad económica
no puede prescindir de la gratuidad, que fomenta y extiende la solidaridad
y la responsabilidad por la justicia y el bien común en sus diversas
instancias y agentes. Se trata, en definitiva, de una forma concreta y
profunda de democracia económica. La solidaridad es en primer lugar que
todos se sientan responsables de todos; por tanto no se la puede dejar
solamente en manos del Estado. Mientras antes se podía pensar que lo
primero era alcanzar la justicia y que la gratuidad venía después como un
complemento, hoy es necesario decir que sin la gratuidad no se alcanza ni
siquiera la justicia. Se requiere, por tanto, un mercado en el cual puedan
operar libremente, con igualdad de oportunidades, empresas que persiguen
fines institucionales diversos."
Efectivamente, la economía de la gratuidad esta
llamada de desempeñar un papel más destacado en el conjunto de la economía
global. Esto no es una quimera. Si conociéramos estadísticas oficiales sobre la
participación de la economía de la gratuidad en el conjunto de las relaciones
económicas entre las personas, nos daríamos cuenta de que estamos ante un fenómeno
importante.
En este sentido quiero resaltar la inestimable aportación de la Doctrina Social de la Iglesia, que ha sido y es, desgraciadamente, una
gran desconocida. Es verdad que no se conoce mucho la doctrina social. Y no se puede
poner en práctica lo que se desconoce. El Sínodo de los Obispos que se está
celebrando actualmente en Roma sobre la nueva evangelización considero que
tiene en la Doctrina Social un instrumento de evangelización formidable. Sus enseñanzas sobre temas de tan rabiosa actualidad, la
globalización, la dignidad del trabajador, el desempleo, etc., la convierte en
una herramienta muy actual para la transmisión de la fe en un mundo necesitado
de respuestas urgentemente.
Traigo a colación el tema de esta entrada, la economía de la gratuidad, tras haber sido testigo directo de un
claro ejemplo de que es posible. En un contexto en el que prima lo
económico, la gratuidad se abre camino con luz propia.
La Fundación Escuela de
Solidaridad es un ejemplo de cómo a través de la solidaridad, la
fraternidad, la gratuidad, el esfuerzo y la defensa de los valores compartidos, es posible la
reconstrucción de un paraje abandonado mediante donaciones de todo tipo, para convertirlo en un centro donde
viven 100 personas que han salido de la marginalidad, y comparten un espacio
común, un proyecto de vida con dignidad. Todos tenemos derecho a un proyecto para
vivirlo dignamente.
Frente a la economía de mercado, la empresa privada, orientada al beneficio, y los diferentes tipos de empresa pública, tiene un lugar la economía de la gratuidad, donde deben poderse establecer y desenvolver aquellas iniciativas y organizaciones productivas que persiguen fines altruistas y sociales. De su recíproca interacción en el mercado se puede esperar una especie de combinación entre los comportamientos de empresa y, con ella, una atención más sensible a una economía más humana.
Y es que la Fundación Escuela de Solidaridad, a través de sus talleres ocupacionales, elaboran productos de artesanía, jabones, trabajos en cobre, así como reparaciones diversas, que la convierten en un humilde ejemplo de cómo la economía de la gratuidad debe tener un hueco en el conjunto de la economía. Se ha hecho realidad lo que Benedicto XVI decía: "en las relaciones mercantiles el principio de gratuidad y la lógica del don, como expresiones de fraternidad, pueden y deben tener espacio en la actividad económica ordinaria."
Frente a la economía de mercado, la empresa privada, orientada al beneficio, y los diferentes tipos de empresa pública, tiene un lugar la economía de la gratuidad, donde deben poderse establecer y desenvolver aquellas iniciativas y organizaciones productivas que persiguen fines altruistas y sociales. De su recíproca interacción en el mercado se puede esperar una especie de combinación entre los comportamientos de empresa y, con ella, una atención más sensible a una economía más humana.
Y es que la Fundación Escuela de Solidaridad, a través de sus talleres ocupacionales, elaboran productos de artesanía, jabones, trabajos en cobre, así como reparaciones diversas, que la convierten en un humilde ejemplo de cómo la economía de la gratuidad debe tener un hueco en el conjunto de la economía. Se ha hecho realidad lo que Benedicto XVI decía: "en las relaciones mercantiles el principio de gratuidad y la lógica del don, como expresiones de fraternidad, pueden y deben tener espacio en la actividad económica ordinaria."
Enrique Lluch, autor
del libro «Por una Economía Altruista» nos viene a decir que "Nuestro comportamiento económico diario
viene orientado por los parámetros egoístas que son propugnados por la teoría
económica convencional." Es posible "transformar nuestras actitudes económicas
para construir una realidad que sustente nuestras opciones solidarias y nuestro
espíritu de gratuidad y entrega a los demás. No son necesarias ni grandes
revoluciones ni actuaciones heroicas, tan solo tener la valentía de transformar
nuestro día a día con opciones sencillas y valientes que nos ayudarán a ser más
persona y actuarán en beneficio de los más desfavorecidos."
Por todo lo anterior, comparto el optimismo de que el cambio de
modelo que se vislumbra como salida de la crisis es posible, en la que
superando una economía egoísta, entendida como la de quienes piensan sólo en sí
mismos, se abre camino la economía de la gratuidad, como aquella de quienes piensan en el bien común, en
los demás y están dispuestos a sacrificar algo propio para alcanzar la mejora
general. Este cambio necesariamente
va a producir una mejora en la persona y en la sociedad. Los más de 1000 kilos de alimentos recogidos en Córdoba en una precipitada campaña de ayuda a la Fundación Escuela de Solidaridad es otro ejemplo más de las muchas iniciativas de este tipo que se ven por las ciudades, en diferentes ámbitos, de apoyo a las personas necesitadas. Con estos ejemplos también se construye la economía de la gratuidad.
Ejemplos como la Fundación Escuela de Solidaridad, una opción sencilla y valiente a la vez, son un acicate para una sociedad que se dice desnortada por un consumismo atroz, una crisis de valores y un relativismo brutal. Un ejemplo, aunque sólo sea una gota en el océano. Como dice uno de los carteles que adornan la entrada a la Fundación:
Ejemplos como la Fundación Escuela de Solidaridad, una opción sencilla y valiente a la vez, son un acicate para una sociedad que se dice desnortada por un consumismo atroz, una crisis de valores y un relativismo brutal. Un ejemplo, aunque sólo sea una gota en el océano. Como dice uno de los carteles que adornan la entrada a la Fundación:
"Lo que importa es la acción, aunque lo conseguido sea una gota en el océano"
Antes de abandonar la Fundación Escuela de Solidaridad, a uno le
queda una sensación de que otra realidad es posible, de que el milagro de lo gratuito actúa, que la solidaridad es más importante, que la fraternidad encuentra abrigo en tantas buenas personas, que uno no puede sino albergar la esperanza de que un mundo mejor es posible. Y así cierro la puerta, no sin antes leer un mensaje escrito sobre la pared que reza así:
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