Si
identificamos al salario tradicional con la compensación económica que la
empresa hace por nuestro trabajo, el salario
emocional se refiere a todo aquello que formando parte de las relaciones
laborales, da un mayor sentido al trabajo realizado, y nos hace sentirnos mejor.
Desde el reconocimiento a nuestro desempeño, a los logros
realizados, al ambiente laboral reinante, a facilitar la necesaria conciliación
de la vida laboral y familiar, a las relaciones personales y profesionales con
compañeros y superiores, etc. Estos pueden ser algunos elementos de
ese salario emocional anhelado por todas las personas, pero al que podríamos
añadir otros muchos de carácter intangible que contribuyen a la satisfacción de
una persona en el desempeño de su trabajo. Y es que la satisfacción personal en
el trabajo es una compleja ecuación en la que intervienen múltiples factores.
En definitiva,
en plena crisis económica, cuando las dificultades por las que pasan muchas
empresas e instituciones públicas son abrumadoras, pensar a corto o incluso medio plazo en la
retribución como un instrumento motivacional parece una quimera. Más bien
habría que reivindicar desde los ámbitos de gestión de personas, el desarrollo
de todo lo que implica el salario emocional y de cómo a través de éste, desarrollar estrategias que mejoren el compromiso y la satisfacción de los
trabajadores. Debemos considerar al salario emocional como un valor añadido cada vez más valorado y
considerado que nos introduce de lleno en el apartado siempre complejo de los
intangibles, del capital humano, del que nos ocuparemos en otra ocasión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario