viernes, 13 de abril de 2012

Cambio de paradigma



El dramático dato de la pérdida de 177.000 empleos en el mes de enero de 2012 es una triste noticia en un largo serial que parece no tener fin. Si algo tiene de malo, que es mucho, es esa especie de resignación paralizante que parece como que nos estemos acostumbrando en los primeros días de cada mes a la inevitable mala estadística del paro del mes anterior.
Pero ciertamente, las cifras del paro, un 22% de la población activa, un 50% de los jóvenes activos, nos está mostrando una realidad incontestable: la salida de la crisis deberá recorrer nuevos caminos. Soy de los que opinan que la crisis económica que se desató a nivel mundial en el verano de 2007 va a hacer cambiar muchas “leyes” hasta ahora intocables: han caído empresas líderes, como Lehman Brothers, han sido rescatados países, como Grecia, que recientemente acordaba con la troika comunitaria las condiciones para un segundo plan de rescate que la salve de un default, Irlanda, Portugal…., han caído cajas de ahorros, el precio de la vivienda, han bajado los sueldos de los empleados públicos y de los ejecutivos de bancos y cajas intervenidas, … algo impensable no hace tanto. Muchas cosas están cambiando sin darnos cuenta. Las bases del sistema pueden estar cambiando. Pero,  ¿qué es lo que cambia? Cambia la respuesta que las personas debemos dar ante nuestro proyecto de vida, que deberá estar basado en valores renovados sobre el esfuerzo y el trabajo. 

Por todo ello, pienso que la salida de la crisis traerá, provocará un nuevo paradigma (conjunto de experiencias, creencias y valores que afectan la forma en que un individuo percibe la realidad y la forma en que responde a esa percepción). Es decir, el cambio de paradigma exigirá a la sociedad en su conjunto, y sobre todo a los jóvenes, una manera diferente de afrontar los nuevos retos, las nuevas demandas, las exigencias crecientes de un mundo cada vez más globalizado. Y esto se deberá traducir, en que sepamos desarrollar la visión que nos permita tomar decisiones importantes, en función de si nos acercan o nos alejan de nuestra visión, así como a focalizar nuestros recursos y esfuerzos, a tomar perspectiva y mirar a medio plazo, relativizando así la importancia de supuestos obstáculos a corto plazo, a comprometernos con metas más ambiciosas y elevar el umbral de resistencia a la frustración. Todo esto no nos garantiza, aunque sí nos facilita, conseguir lo que perseguimos. 

El diario La Razón incluía hace unas semanas un reportaje titulado “Somos empresarias, ¿Qué pasa?”, sobre un grupo de mujeres y jóvenes, que le han plantado cara a la crisis y han montado su propia empresa con pocos medios y muchas ganas. Esta es la representación más evidente del cambio de paradigma, necesitamos que sea la persona el nuevo protagonista de la salida de la crisis. Es decir, todo el conjunto de valores, creencias, conocimientos, capacidades, competencias, recursos, creatividad, habilidades, sueños, experiencias, etc., de que es capaz de desarrollar una persona. Y todo este derroche de capacidades, libres de las cargas o estacas que el sistema en crisis nos pueda poner sobre el camino, que son como viejas creencias que nos animan al inmovilismo, como por ejemplo, algunas muy conocidas por todos: “Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”,  “hasta ahora no nos ha ido tan mal”, “para qué mirar al futuro”, “hay que ser realistas”, “cualquier tiempo pasado fue mejor”, “no tenemos recursos, medios, dinero”, “así no se puede hacer nada”, “que innoven otros”, ”somos así, ya no podemos cambiar” , etc. Son estacas paralizantes que debemos rechazar y apostar por visualizar un futuro ilusionante, que haga movilizar todo el potencial que las personas somos capaces de desarrollar. 

Este es el camino. Este será el nuevo paradigma emergente. El viejo paradigma “papá Estado” está agotado.

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