martes, 24 de junio de 2014

Saber, saber hacer, querer hacer




"No basta saber, se debe también aplicar. No es suficiente querer, se debe también hacer"
Johann Wolfgang von Goethe

Las competencias son un concepto que cada vez tiene más importancia cuando se trata de evaluar el desempeño de las personas. Creo que no se está destacando suficientemente el papel que nuestra capacidad de gestión tiene en lo que hacemos. En este sentido, la gestión aporta valor a lo que hacemos, de ahí la importancia en el hacer, y que la única manera de avanzar y de ser mejores es “haciendo”, por tanto, practicando. Se suele definir a las competencias como una combinación de conocimientos, habilidades y actitudes que capacitan a una persona a afrontar con garantías de éxito el desempeño de una actividad determinada. Por tanto, el conocimiento por si sólo no sirve si no se tiene capacidad de hacer, es el denominado saber hacer, que se obtiene practicando. Por eso, la experiencia es tan importante: haciendo, se aprende y se consolidan nuestros conocimientos. Como tercer elemento,  necesitamos querer hacer: la actitud vuelve a ser determinante en lo que hacemos. Es la gasolina del motor, vital para que un desempeño, una actividad determinada, sea brillante. Por ello, las competencias cobran una importancia capital en el contexto de una economía competitiva y sobre las que las personas deben construir su marca personal: una buena formación, desarrollar habilidades que hagan sacarle el fruto adecuado a esos conocimientos y tener una motivación, una actitud, que te impulse a seguir avanzando, a seguir creciendo.



Para desarrollar competencias es importante que lo primero que debemos hacer es reconocer nuestras capacidades para poder potenciarlas posteriormente. El Prof. Manuel Galán destaca la importancia de las competencias con una frase muy impactante: Oigo y olvido, veo y aprendo, hago y entiendoPor consiguiente, las competencias se aprenden “haciendo”. Esta es una cuestión que en la sociedad actual está mal vista,  el esfuerzo está poco valorado, pues vivimos en una sociedad “hedonista”, donde prima la comodidad, el ocio, el disfrute inmediato.

Se formulan cuatro ideas en forma de preguntas para centrar la importancia de las competencias:
  1. ¿Qué queremos ser? ¿Cuáles son nuestras metas y objetivos?
  2. ¿Qué competencias necesitamos desarrollar para ser mejores en nuestro desempeño?
  3. ¿Qué responsabilidad se debe asumir en lo que hacemos?
  4. ¿Cuál debe ser el perfil teórico de competencias de un buen gestor, de un buen trabajador?

La competencia más transversal: la comunicación.
De todas las competencias, hay una que destaco. La considero la más transversal al intervenir en la mayoría de las acciones que hacemos las personas. Me estoy refiriendo a la comunicación, que consiste en transmitir información, ideas y opiniones de forma clara y convincente, siendo receptivo a las de los demás. Cuando nos comunicamos, es básico ser consciente que desarrollar nuestra capacidad de escucha activa es una competencia fundamental en un contexto en el que la comunicación en la base común de nuestro hacer. Si nos fijamos, todo lo que hacen las personas es a través de la comunicación: verbal, no verbal, oral, escrita. Interesante aspecto que pone de relieve aún más la importancia de la escucha activa, una competencia que se debe practicar para mejorarla.

Otras competencias que constituyen la base de nuestro desempeño personal y profesional, que se  pueden identificar en la siguiente relación:
  • Liderazgo: Dirigir e implicar a las personas, tomando decisiones responsables, para conseguir los objetivos comunes de la organización y asumiendo las responsabilidades y los riesgos.
  • Trabajo en equipo: Comprometerse con objetivos compartidos y tareas comunes.
  • Compromiso: Comprender, asumir y adoptar los fines, valores y retos de la institución en el trabajo diario.
  • Adaptación al cambio: Actuar ante las necesidades y transformaciones del entorno percibiéndolas como oportunidades de mejora.
  • Gestión de conflictos: Actuar en situaciones en las que seamos capaces de mandar un mensaje efectivo en el que se expresen claramente sentimientos y necesidades, para escuchar eficazmente y escoger el enfoque adecuado.
  • Planificación: Establecer objetivos y diseñar en el tiempo actividades, recursos y prioridades, así como los procedimientos para su evaluación.
  • Innovación y creatividad: Crear y aplicar nuevos conocimientos, perspectivas y soluciones en las distintas dimensiones de la actividad universitaria orientadas a la mejora y alcanzar mayores niveles en los resultados.
  • Aprendizaje: Seleccionar, adquirir, asimilar, organizar y aplicar conocimiento en los diferentes ámbitos, tanto personales como profesionales.
  • El pensamiento estratégico: Capacidad de desarrollar implicación y liderazgo, que permita una diferenciación entre fines y medios, así como de evaluar los condicionantes para cada alternativa. La aplicación practica se convierte en la planificación estratégica, necesaria como instrumento al servicio de la Dirección, para que, a través de un proceso de reflexión, en conjunto y participativo, la organización defina qué y cómo quiere que sea el futuro.

2 comentarios:

  1. esta excelente este apartado, quiero felicitarle porque toca varios puntos excelentes

    ResponderEliminar