"De todas las virtudes que podemos aprender no hay otra característica más útil, más necesaria para la supervivencia y con más probabilidades de mejorar la calidad de vida que la capacidad de transformar la adversidad en un desafío que pueda proporcionarnos disfrute"
Mihály Csíkszentmihályi
Dice Mario Alonso Puig que el vivir es un asunto tan importante, urgente le llama él, que es fundamental contar con el apoyo necesario para afrontar los desafíos que se plantean en nuestras vidas, proporcionándonos alegría, ilusión, tranquilidad y confianza. Efectivamente, los desafíos que nos ponemos y buscamos nos ofrecen la oportunidad de superarnos, de salir de nuestra comodidad, de la zona de confort. El desafío nos debería proporcionar la satisfacción de ir consiguiendo lo que nos habíamos propuesto.
Los desafíos proporcionan ilusión, afianzan la motivación y la fe en nosotros mismos. Nos genera un estado de atención y alerta muy beneficioso. Hace crecer nuestra autoestima y proporciona un disfrute a modo de recompensa que te anima a continuar.
A Mario Alonso Puig le gusta recordar la célebre frase de Santiago Ramón y Cajal: “Todo ser humano, si se lo propone, puede ser escultor de su propio cerebro”. Es decir, embarcarse en nuevos desafíos provoca cambios biológicos e identidades transformadas. Esto es fantástico. Las personas que se atreven a salir de su zona de confort, de su comodidad, que abrazan la incertidumbre, a pesar de las dificultades, de los cambios, de las frustraciones, de los miedos, que siguen teniendo fe, siguen teniendo pasión, descubren el tesoro de experimentar la grandeza de que los desafíos te hacen progresar, como persona, como profesional, como deportista.
Los desafíos son cosa de cada día. Cada día es una oportunidad de encontrarlos y formularlos. Es fundamental pararse a pensar y ordenar las ideas, dedicar tiempo a soñar y a profundizar en las posibilidades y opciones que tenemos para cambiar lo que debamos cambiar y a definir nuestro camino a seguir. Siendo realista y con los pies en la tierra, los desafíos nos proyectan y permiten alcanzar y avanzar. Superar los desafíos que nos planteamos nos pone a prueba, nos hace desplegar y desarrollar todas las habilidades que disponemos. Nos hace esforzarnos en salvar carencias, debilidades, para superarlas y mejorarlas.
Los desafíos a veces nos sorprenden cuando descubrimos lo que somos capaces de hacer. El esfuerzo y el tesón por alcanzar algo siempre tiene recompensa, y ésta no tiene precio. Como dice Csíkszentmihályi en la cita que he escogido para esta entrada, no hay experiencia que provoque más disfrute que una adversidad, dificultad o esfuerzo cuando lo convertimos en un desafío. Recientemente he experimentado esto mismo, en la prueba Desafío Torcal sur 14, una durísima prueba de trail de 43 kilómetros. Tras 7 horas de marcha por un espectacular paisaje por el Torcal sur, el tiempo se iba acabando. Eran 9 horas de tiempo límite. Mi deseo era llegar antes del cierre de control. El cansancio acumulado, las rodillas cargadas, los minutos pasaban y la distancia que faltaba parecía no acortarse cada vez que preguntaba cuanto quedaba para la meta… 6-7 kilómetros. Esta distancia parecía congelada pues se repetía una y otra vez. Aún así, aceleré el ritmo, evitaba al mínimo las paradas en los avituallamientos, trotaba en las bajadas,…. Y el tiempo se acercaba al final: 9 horas. Por fin veo la meta desde lo alto de una montaña, es un flamante Centro de Alto Rendimiento de Atletismo en Antequera. Faltaban quince minutos. Quedaba un descenso fuerte y luego una distancia en llano de unos dos kilómetros por huertas y senderos. Acelero el ritmo. Llega la hora límite y tras superar las 9 horas, según mi reloj, entro corriendo en el polideportivo y descubro con gran emoción que el reloj de control situado en la meta marca 8:59:05. ¡¡¡Faltaba un minuto¡¡¡ El disfrute que sentí al recorrer la vuelta por la pista de atletismo antes de entrar en meta era enorme. Efectivamente entro en meta faltando 25 segundos. Desafío cumplido. Satisfacción enorme.