miércoles, 3 de julio de 2019

Desarrollo del potencial endógeno



Hace más de 30 años, mi querido profesor el jesuita José Juan Romero, pronunciaba la lección magistral en el acto académico de Fin de Carrera de la XX promoción de ETEA (de la que formo parte), celebrada en Córdoba, el 6 de junio de 1987. Dicha última lección del curso se titulaba "Nuevas tendencias en Política Regional: el desarrollo del potencial endógeno".

El profesor Romero afirmaba, citando a Naisbitt, que una de las macrotendencias (megatrends) es precisamente la confianza en la ayuda propia, es decir, en la iniciativa propia, en los propios recursos, en las propias potencialidades, de cara a todo tipo de actividades. En política regional, la movilización del potencial endógeno apuntaba hacia fórmulas de desarrollo que partían de lo que ya existe sobre el terreno, a nivel local, para valorizarlo al máximo y modificarlo sólo gradualmente, sosteniendo en lo posible una continuidad con sus raíces históricas y culturales. Esta referencia a la política regional basada en la capacidad de movilizar los recursos propios para favorecer el desarrollo económico de zonas y comarcas, le sirvió a José Juan Romero para que, en el contexto de un final de curso, apelara a que lo sembrado durante los cinco años de estudio diera su fruto y cada alumno pueda dar mejor de si al servicio de la sociedad. Apelaba al potencial y al talento personal que debe aflorar para que cada alumno encuentre su camino en la nueva etapa de la vida que iniciábamos.

Efectivamente, es el desarrollo del potencial endógeno un alegato por las capacidades personales y por el talento que toda persona tiene y que debe aprovechar adecuadamente, como se dice en la cita bíblica en la parábola de los talentos, en la que Dios confía sus dones o talentos a los hombres con la obligación de que los desarrollen, que espera una respuesta fructífera por parte de cada hombre, y que la inactividad, por miedo,​ exceso de precaución o cobardía,​ pereza, o simple omisión consciente en hacer rendir los talentos recibidos es criticada por el propio Jesús.

El potencial endógeno de las personas, su talento, se encuentra en las fortalezas y en su entrenamiento. Por ello se debe corregir la mala costumbre de aprender a mirar mucho más nuestras limitaciones que nuestras fortalezas. La dificultad es que no nos han enseñado en cómo encontrar ese talento que todos tenemos. Una guía para encontrarlo está en la capacidad de sorpresa, la emoción más poderosa vinculada con el aprendizaje. La sorpresa nos habla de las cosas que nos estimulan y nos motivan. Es muy interesante que desde muy pequeños entrenemos para descubrir y para asombrarnos. En todo lo que nos asombra es muy probable que se encuentre el talento.

Otra pista nos la muestra Mihály Csikszentmihalyi, que en su fantástico libro Flow, habla del concepto de flujo como “el estado en el cual las personas se hayan tan involucradas en la actividad que nada más parece importarles; la experiencia, por sí misma, es tan placentera que las personas la realizarán incluso aunque tenga un gran coste, por el puro motivo de hacerla”. Se caracteriza por la plena absorción en la tarea, altos niveles de motivación, pérdida del sentido del paso del tiempo y una alta sensación de disfrute con lo que se está haciendo. La experiencia de flujo se describe a menudo como “un placer espontáneo mientras se desarrolla una tarea”. Creo que este concepto se relaciona perfectamente con el desarrollo de las capacidades y habilidades personales, y por ende, del desarrollo del potencial endógeno.

El talento habla de fortalezas, de lo mejor de nosotros mismos. Desarrollar el potencial endógeno no es ser el número uno, sino ser capaz de extraer lo mejor de cada uno de nosotros. Hacer un buen feedback nos lleva a preguntarnos ¿en qué eres bueno? ¿estás en el contexto adecuado? Generalmente se suele decir que el talento es escaso y, que está algo o bastante oculto. Por lo tanto, un buen gestor del talento deberá saber o intuir dónde buscarlo y, sobre todo, cómo sacarlo a la luz, para ponerlo en valor. Para desarrollar el talento, nuestro potencial endógeno, es conveniente señalar el límite de tu habilidad actual y apuntar un poco más allá, aquel que has alcanzado con grandes esfuerzos. 

Tal como terminaba el profesor José Juan Romero en la última lección de la XX promoción de ETEA, apelando al desarrollo de las propias potencialidades de cada alumno que atentamente le escuchábamos, el Preámbulo de la Ley Orgánica 8/2013, de 9 de diciembre, para la mejora de la calidad educativa, también apela a que "nuestras personas y sus talentos son lo más valioso que tenemos como país" y que "detrás de los talentos de las personas están los valores que los vertebran, las actitudes que los impulsan, las competencias que los materializan y los conocimientos que los construyen". Pues apostemos por movilizar el potencial endógeno de las personas, como mejor estrategia de acción y palanca de transformación de una sociedad como la española, tan deseosa de buenos referentes, sabiendo que identificar el talento se muestra esencial para afrontar con motivación y éxito nuestra carrera profesional y la aventura de vivir. Tomar conciencia de esta extraordinaria habilidad innata forma parte del viaje interior al conocimiento personal que aporta claridad sobre nuestro propósito esencial, valor y utilidad como personas.

El nuevo alcalde de Córdoba en su toma de posesión apelaba a que "el talento existe, brindémosle oportunidades". Pues reivindiquemos que el talento aflore, que aporte todo su potencial endógeno movilizando los recursos propios que favorezcan el necesario desarrollo económico que Córdoba necesita.