"El futuro de la humanidad no está únicamente en manos de los grandes dirigentes, las grandes potencias y las élites. Está fundamentalmente en manos de los pueblos, en su capacidad de organizarse y también en sus manos que riegan con humildad y convicción este proceso de cambio"
Papa Francisco
A principios de año escribía refiriéndome a la necesidad de acuerdo entre los partidos políticos, como la conclusión más evidente que ofrecía el resultado de las elecciones generales celebradas el pasado 20 de diciembre. Desgraciadamente mis anhelos y deseos de ver cómo la madurez de la democracia española producía un acuerdo de gobierno, no se vieron cumplidos.
Ahora, la partida se repite, unas nuevas elecciones ofrecen una nueva oportunidad para la responsabilidad. El prof. Pérez Alcalá se refería recientemente al aburrimiento de la política española, que ofrecía las mismas caras y políticas. Yo creo que al margen de aburrimientos, que también, la política es una función muy noble y de muy alta consideración como para hacerla reducir a las personas y partidos que la representan. La política es un arte que requiere rigor y preparación, principios, valores y una gran capacidad de servicio. Requiere personas comprometidas y competentes.
La política actual no está ajena a la influencia de una sociedad en constante transformación. Problemas de gran complejidad requieren decisiones consistentes y audaces en muchos ámbitos: actividad económica, emprendimiento, desempleo, servicios sociales, sanidad, educación, etc. La complejidad de la sociedad, que demanda servicios públicos eficaces, requiere de los políticos un uso eficiente de los recursos económicos disponibles, que son siempre escasos.
Una sociedad sometida a grandes desafíos: de tipo social, como la marginación de colectivos que no pueden acceder a un trabajo; de tipo económico, como el desempleo y la falta de oportunidades para afrontar un proyecto de vida; de tipo territorial, como los generados por un nacionalismo radical, que reniegan de España, etc. Para hacer frente a dichos desafíos, la política deberá promover una actividad económica basada en un orden moral que ayude a comprender y a respetar el ser humano; a comprender la realidad y aportar soluciones y respuestas a los graves problemas socioeconómicos que tiene la sociedad actual; a reconocer la necesidad de que la vida económica y social se apoye en la verdad del ser humano y en su dignidad, y a valorar las diversas propuestas éticas que inciden en la vida económica aportando relaciones auténticamente humanas.
Estos enormes desafíos requieren de personas competentes y capaces, que deberán desplegar habilidades que resultan imprescindibles para afrontarlos con la solvencia necesaria:
- El desarrollo de la visión: Habilidad que consiste en la capacidad de definir el camino al cual se dirige la nación a largo plazo y sirve de rumbo para orientar las decisiones estratégicas de crecimiento y de competitividad, y que es de gran relevancia para un político. Debe tener una idea de España, que constituye el horizonte sobre el que abordar la toma de decisiones. Construirá un proyecto a largo plazo que oriente y sirva de guía en la acción de gobierno.
- Toma de decisiones: Habilidad entendida como la capacidad de dar soluciones a problemas detectados, emprendiendo las acciones correctoras con sentido común, sentido del coste e iniciativa. Un político debe tomar decisiones importantes y de gran transcendencia sobre las personas. Decisiones que muchas veces son controvertidas, discutidas, costosas y duras, pero que la acción de gobierno lo exige de forma continua. Un político con valor no se inclina exclusivamente por las decisiones fáciles, sino que afronta las decisiones comprometidas con rigor, análisis, competencia, sabiendo explicar las consecuencias.
- Optimización de recursos: Considerada como la capacidad de vigilar la rentabilidad de las acciones y controlar los tiempos consumidos por subordinados en realizar tareas o proyectos, esta habilidad tiene en la actualidad una gran importancia, fundamentalmente por encontrarnos en un contexto de escasez de recursos a nivel nacional e internacional. El político debe priorizar el uso eficiente de sus siempre escasos recursos económicos, imprescindibles para una innumerable lista de actividades de gran transcendencia para los ciudadanos en particular y la sociedad en general.
- Liderazgo: Habilidad de gran actualidad que implica la capacidad de influir en otros y apoyarlos para que trabajen con entusiasmo en el logro de objetivos comunes. Para un político, el liderazgo puede ser ejercido desde muchas perspectivas. El liderazgo, un concepto poliédrico, para un político no debe limitarse a la capacidad de comunicar, sin despreciar la importancia que tiene en una sociedad tan mediatizada por los medios de comunicación. Otras caras de ese poliedro, estaría la capacidad de influir sobre otras personas. Me gusta la propuesta de Sonnenfeld que propone un liderazgo ético, que será la base de un nuevo modelo de liderazgo, basado en la sabiduría de decidir bien.
Como el líder, el político nace y se hace, por lo que el arte de gobernar a las personas puede aprenderse y perfeccionarse. Para ello el político requiere vocación, aunque lleve aparejada la ambición y la vanidad. También requiere fortaleza para saber estar en política, que le permitirá manejar adecuadamente la capacidad de negociación, la capacidad de aprender de todos y de todo, incluso del adversario político, y mucha inteligencia emocional, que le haga sortear las enormes dificultades que se encontrará en su acción de gobernar. Y todo ello, con integridad, que es la base de la honradez de las personas.