"Nada te puedo dar que no exista ya en tu interior. No te puedo proponer ninguna imagen que no sea tuya… Solo te estoy ayudando a hacer visible tu propio universo"
Herman Hesse
Resulta sorprendente comprobar cómo conceptos e ideas que son de gran actualidad en la sociedad, en realidad ya fueron utilizadas muchos años atrás o incluso siglos. Esto nos muestra el respeto que debemos tener por la historia y por nuestros antepasados. Un ejemplo lo tenemos en el coaching, un concepto de moda, tanto en el mundo del deporte como en el de la empresa y los negocios, pero que en realidad no es un "invento" actual.
Mi admiración por los jesuitas, en parte debido a la formación cursada en una de sus universidades (ETEA, hoy Universidad Loyola Andalucía), me ha llevado a interesarme por su carisma y estilo. En otra entrada de este blog "El liderazgo al estilo de los jesuitas", hacía referencia a la singular forma de dirigir que llevó a Ignacio de Loyola a constituir una Compañía que tras largas vicisitudes ha llegado a ser un referente mundial en la Iglesia y en el mundo de la educación. Y todo ello con un peculiar estilo de liderazgo.
Pero en esta ocasión quiero detenerme en otro aspecto muy relevante. Y es precisamente la relación de Ignacio de Loyola con el coaching. Un familiar, que es sacerdote, me decía hace unos días que "el primer coaching, este moderno concepto tan de moda en la actualidad, fue el realizado entre Ignacio de Loyola y Francisco Javier".
Efectivamente, hay parejas de directores y dirigidos, de mentores y pupilos, muy famosas en la historia, algunas incluso elevadas a los altares. Es el ejemplo singular de san Ignacio de Loyola y san Francisco Javier, pero también otras son muy destacadas, como san Juan de la Cruz y santa Teresa de Jesús, o San Francisco de Asís y Santa Marta, etc. Del libro "Ignacio de Loyola, solo y a pie" de J. Ignacio Tellería Idígoras leo lo siguiente "He oído decir a nuestro gran moldeador de hombres, Ignacio, que la pasta más ruda por él manejada, había sido en los principios este joven Francisco Javier". Dice Tellería que "Íñigo no era un estratega ni un líder arrollador, sino el compañero-guía que ejercía de suave magisterio y liderazgo, firme y seguro".
Moldeador de hombres…. que interesante apreciación. Efectivamente esa habilidad de estar, de guiar, de ayudar a descubrir, de desarrollar personas, es lo que me invita reflexionar sobre el coaching, en relación con estos dos santos españoles y universales. Se dice que el coaching es el arte de trabajar con personas. Viviane Launer define al coaching como el arte de facilitar el desarrollo potencial de las personas y de los equipos para alcanzar objetivos coherentes y cambios en profundidad. Pues desde esta perspectiva es evidente que Ignacio y sus primeros amigos, entre ellos Javier, desarrollaron un proceso de acompañamiento, que hoy llamaríamos coaching, en el que la conversación y diálogo en común tenía una parte muy importante. Al parecer, esta comunicación se mantenía, en muchas ocasiones, mediante la correspondencia, cuando las distancias les separaban. Más tarde, Ignacio aconsejará a sus seguidores «la mucha comunicación». Así mismo se dice en la bibliografía consultada, que llamaba la atención que Ignacio tenía una «gran simplicidad en el no juzgar a ninguno y en interpretarlo todo a bien». La historia confirma la especial capacidad de la pedagogía ignaciana para desarrollar la amistad y afectividad. Destaca de forma especial los famosos Ejercicios Espirituales de San Ignacio, que se han entendido desde sus orígenes como una pedagogía afectiva o del corazón. Por eso, se afirma que el humanismo de la pedagogía de la Compañía de Jesús, es «el humanismo del corazón», contrapuesto al de la pura inteligencia o de los conocimientos.
Algunos conceptos del diccionario jesuíta escrito por George W. Traub me sirven para acercarnos al coaching y por tanto, ayudan a entender la especial pedagogía ignaciana:
- Acompañamiento: Suele ayudar a las personas que buscan integrar su fe y su vida conversar periódicamente con alguien de confianza. Esta persona actúa como guía para el camino, ayudándoles a encontrar la presencia de Dios en las personas y las circunstancias de su vida cotidiana. El guía suele ser una persona que escucha, está especialmente capacitado en el discernimiento y por lo tanto es capaz de ayudarle a distinguir sus aspiraciones, sentimientos y anhelos.
- Cuidado de la persona: Característica distintiva de la espiritualidad ignaciana y por lo tanto se establece una relación personal, lo escucha en el proceso de aprendizaje/descubrimiento y lo conduce hacia la iniciativa y la responsabilidad personal para aprender.
- Discernimiento: Un proceso de hacer elección, en un contexto de la fe (cristiana), cuando la opción no es entre el bien y el mal sino entre varios caminos de acción posibles, todos potencialmente buenos. Para Ignacio el proceso implica la oración, la reflexión y la consulta con otros, con atención honesta no sólo a lo racional (las razones a favor y en contra) sino también a la realidad de los sentimientos, las emociones y los deseos (que Ignacio llama los "movimientos" del alma). Una cuestión fundamental en el discernimiento es "¿De dónde procede este impulso - del buen espíritu (de Dios) o del mal espíritu (que aleja de Dios)?" En sus Ejercicios Espirituales Ignacio dice que una clave para contestar esta pregunta es: en el caso de una persona que lleva una vida básicamente buena, el buen espíritu da «consolación», actúa quieta y suavemente y conduce a la paz, gozo y obras de un servicio amoroso; mientras que el mal espíritu trae "desolación", agita, perturba la paz e inyecta miedos y desánimo para impedir hacer el bien.
- Visión Ignaciana: Basándose en varias fuentes contemporáneas que tienden a confirmarse unas a otras, se puede construir una lista de las características de la visión ignaciana comúnmente aceptadas:
- Percibe la vida y el universo entero como un don que evoca admiración y gratitud.
- Da amplio alcance a la imaginación y a la emoción al igual que al intelecto.
- Busca encontrar lo divino en todas las cosas - en todos los pueblos y culturas, en todas las áreas de estudio y ciencia, en toda experiencia humana y (para el cristiano) especialmente en la persona de Jesús.
- Cultiva la conciencia crítica del mal personal y social, y señala el amor de Dios como más fuerte que todo eso.
- Pone el énfasis en la libertad, la necesidad de discernimiento y la acción responsable.
- Capacita a las personas para que lleguen a ser líderes en el servicio, "hombres y mujeres para los demás," "personas íntegras y solidarias," para construir un mundo más justo y humano.
El primer coaching es un alegato a favor de esta práctica personal, de una práctica científica en el mundo de la empresa dirigida a crear un estilo de liderazgo auténtico e incrementar la flexibilidad y capacidad de respuesta y adaptación de la persona. En ese sentido, el coaching podría ser una visión nueva de temas eternos y ofrecer respuestas a preguntas de qué merece la pena hacer para vivir más plenamente y descubrir con lucidez cómo trabajar con mayor satisfacción y eficacia. En definitiva se trata del coaching, del primer coaching, un acompañamiento como el que en su día desarrolló San Ignacio de Loyola, con su grupo de amigos, especialmente con Javier.