Recuerdo hace
más de veinte años que un trabajador de una de las empresas en la que he trabajado
anteriormente me confesaba con decepción “Javier, para mí la semana comienza el
viernes al mediodía y termina el domingo”.
Traigo esta
experiencia personal para referirme en esta nueva entrada al siempre
apasionante mundo de las actitudes, de la importancia de las actitudes, del
valor de las actitudes. Y aún más importante en el contexto actual en el que la
diferencia en las personas, en los trabajadores, la va a marcar precisamente la
actitud.
Decía Wiston Churchill “Attitude is a
little thing that makes a big difference”, es decir, “La actitud es una cosa pequeña
que hace una gran diferencia”. Ciertamente la actitud de los
trabajadores en el desempeño de sus actividades y tareas es la que hace un
trabajo excelente o mediocre. Es más, la actitud de las personas en todo lo que hagamos, marcará la diferencia de manera decisiva. Todos podemos tener conocimiento de experiencias
personales propias o ajenas en el que habremos concluido que es la actitud de las
personas la que hace destacar unas sobre otras.
El diccionario
de la Real Academia Española en su tercera acepción define la actitud como “Disposición de ánimo manifestada de algún
modo”. También se la suele definir como la predisposición positiva o negativa que el individuo demuestra hacia personas, objetos, ideas o situaciones. Es decir, estamos ante una característica personal, por
la que la persona desarrolla un poderoso instrumento vital en el desarrollo de su actividad personal o profesional. Si tuviéramos que
definir los factores que consideramos más importantes en nuestro jefe o si bien nos piden que enunciemos
los factores que más valoramos en nuestros colaboradores o subordinados,
descartando los que hacen referencia a conocimientos o
habilidades, el resto, que serán la mayoría, son factores actitudinales, como por ejemplo trabajo en equipo, efectividad, pensar en positivo, compromiso, etc.
Por tanto,
llama la atención la escasa importancia práctica que se ha venido dando a
este concepto, cuando hemos concluido que es el verdadero elemento diferencial
de las personas: su actitud.
Víctor Küppers
afirma en su libro “El efecto Actitud” (Viena Ediciones), que “La actitud de las personas que
trabajan en una empresa es su principal activo, ya que la empresa vive de las
ganas de aportar, de crecer, de mejorar y de luchar de las personas que
trabajan en ella”. Como vemos se trata de una extensión de la frase ya
comentada en otra entrada (La dignidad humana del trabajador), y mucho más
conocida: “las personas son el principal activo de la empresa”. Ciertamente aquí
hemos defendido que las personas son el activo más determinante de la empresa, pero igualmente
es obvio reconocer que las personas no son iguales, y la diferencia principal
radica en su actitud.
Küppers
plantea una fórmula que me parece muy acertada, para medir el valor de nuestro trabajo como personas y trabajadores:
Valor
= [C + H]*A
Como en toda
fórmula matemática, primero definamos las incógnitas y luego analicemos la ecuación. Según
la fórmula, nuestro valor como trabajador es igual a nuestros Conocimientos más
nuestras Habilidades multiplicado por nuestra Actitud.
Vemos que las
habilidades y los conocimientos suman, pero lo que realmente marca una
diferencia en nuestro valor es la actitud, por eso no suma, sino que
multiplica. Ciertamente que las habilidades son muy importantes, más bien decisivas, pero
como les reitero a mis alumnos de Habilidades de Dirección, estas se aprenden,
practicando, ejercitando, hasta que se conviertan en hábitos, y sobre los
conocimientos, con mayor o menor dificultad, los aprendemos. Pero, ¿y la
actitud?, es una variable que multiplica nuestro valor. Como decíamos al
principio, la actitud marca la diferencia en el resultado que obtenemos de
nuestro trabajo. Pero aunque es más difícil aprenderla, podemos desarrollarla. Para ello los
elementos clave que podemos tener en cuenta pueden ser los siguientes:
1º. Tener
claro los objetivos personales, y como consecuencia nuestra motivación.
2º. Tratar de
conseguirlos, y por tanto, ponerse en acción.
3º. Tratar de
poner entusiasmo en lo que hacemos.
Las personas
podemos mejorar nuestra vida mejorando la actitud, podemos mejorar nuestro trabajo profesional desarrollando esos elementos clave que movilizan nuestra actitud. Así que con una buena
actitud, todos estaremos de acuerdo en considerar que la semana empieza el
lunes y no el viernes al mediodía...