viernes, 26 de agosto de 2016

Directivos con inteligencia emocional



“La enseñanza de Sócrates «conócete a ti mismo», darse cuenta de los propios sentimientos en el mismo momento en que éstos tienen lugar, constituye la piedra angular de la inteligencia emocional.”
Daniel Goleman 


Cuando estudios recientes confirman la importancia de elementos como la inteligencia emocional en el desarrollo del liderazgo, el directivo actual debe apostar decididamente por el desarrollo de una habilidad que se configura como un elemento clave e imprescindible para la dirección, una verdadera ventaja competitiva, que puede proporcionar un gran potencial de mejora en muchos aspectos: mejorar la motivación, la implicación y el compromiso de sus empleados, la calidad de la comunicación, etc. 

La inteligencia emocional resulta ser una habilidad que ocupa cada vez un lugar más destacado y necesario en las personas, para hacer frente a las múltiples incidencias que se presentan el desempeño laboral del día a día. Para ello, siguiendo a Goleman, se vive en una época en la que la perspectiva de futuro depende de la capacidad de controlarse a uno mismo y de manejar adecuadamente nuestras relaciones. 

Por tanto, el desarrollo de habilidades es un tema de permanente preocupación para empresas y organizaciones, que en su afán por contar con el mejor recurso humano en los cargos de dirección y la necesidad de seleccionar profesionales capaces de tomar las decisiones adecuadas y necesarias que permitan la supervivencia de la actividad, hace que se favorezca la generación de procesos de formación para tener una visión más estratégica, un manejo adecuado de los recursos que se gestionen y una dirección de personas eficaz y motivadora. Una prueba de la inteligencia emocional se produce en empresas y organizaciones que pasan por graves dificultades, en donde la "inteligencia" del directivo se centra en la capacidad de identificar signos de alerta, en su capacidad de ayudar a otros directivos y mandos intermedios, en saber hacer frente a la innovación y al cambio permanente, en saber "leer" con audacia a la competencia, en seguir una visión acertada para la prosperidad de la compañía, en aferrarse a una perspectiva correcta de la realidad o saber disponer y entender de la información relevante para la toma de decisiones acertadas.

Si entendemos por inteligencia emocional como la “habilidad para reconocer y procesar la información que transmiten las emociones y sus relaciones con el entorno, para razonar y resolver problemas eficazmente” (Salovey y Mayer), su estudio y análisis incluye dos tipos de inteligencias: la inteligencia personal (conciencia de uno mismo y autogestión) y la inteligencia interpersonal (conciencia social y gestión de las relaciones). Goleman habla de cinco dominios de la IE: autoconciencia emocional, manejo de las emociones, automotivación, empatía, y habilidades sociales, que asu vez incluyen la existencia de veinticinco competencias. En conjunto, comprende un conjunto de destrezas, actitudes, habilidades y competencias que determinan la conducta de un individuo, sus reacciones, estados mentales, etc. 

La relación entre la inteligencia emocional y la actividad laboral ha sido confirmada por numerosos estudios. El conocimiento de la inteligencia emocional de un directivo es importante, ya que de él dependen el trabajo de otras personas, que se ven influenciadas por el despliegue de su inteligencia emocional, afectando esto al conjunto de la organización. Las organizaciones afrontarán mejor las exigencias de un entorno tan exigente y cambiante si están integradas por directivos y trabajadores con inteligencia emocional, capaces de hacer frente a cambios y desempeñar sus responsabilidades con mayor eficacia. Son directivos que valoran el trabajo en equipo, la cooperación con otras peresonas, la capacidad de adaptación y la orientación al logro.

Desde esta perspectiva, Goleman destaca que “la aptitud emocional es importante sobre todo en el liderazgo, papel cuya esencia es lograr que otros ejecuten sus respectivos trabajos con más efectividad. La ineptitud de los líderes reduce el desempeño de todos: hace que se malgaste el tiempo, crea asperezas, corroe la motivación y la dedicación al trabajo, acumula hostilidad y apatía”. El directivo debe ser capaz de manejar situaciones complejas para optimizar sus resultados a partir del conocimiento profundo de la naturaleza humana, sus expectativas, necesidades y motivaciones, para lo cual es necesario, capacidad para comprender (empatía), saber generar confianza entre las personas que dirige (desarrollo de personas), saber escuchar, comuinicar de forma convincente, generando ilusión, entusiasmo y compromiso en las personas, a través de objetivos y proyectos ilusionantes.

En esta línea argumental, resulta interesante el trabajo de Ryback (2005), que presenta lo que denomina “Los diez atributos de la inteligencia emocional ejecutiva”, que se muestran el cuadro siguiente: 
  1. Actitud libre de juicios de valor: Sacar lo mejor de los demás: aceptar a cada individuo sobre la base de lo que éste ofrece en el momento presente, y no en función de lo que piensen los demás que pueda haber sucedido en el pasado. 
  2. Perceptividad: Ayudar a los demás a que se comprendan a sí mismos: comprender a los demás y, con la sabiduría que les otorga su experiencia, les ayudan a comprenderse a si mismos, haciendo que se sientan valorados. 
  3. Sinceridad: Fomentar la honradez genuina: se refiere a expresar con honradez los sentimientos e intenciones propios. 
  4. Presencia: Asumir la responsabilidad personal: apertura ante hechos o sentimientos que se presenten en un momento dado, ocuparse personalmente de los problemas propios de sus responsabilidades y establecer un contacto directo con los más afectados. 
  5. Relevancia: Apoyar la verdad: capacidad de abordar el qué, el cuándo, el quién, y el cómo de cualquier situación: Los datos concretos que describen los objetivos, los problemas y soluciones. 
  6. Expresividad: Ser abierto y directo, aunque con sentido claro de la oportunidad, midiendo constantemente el efecto que tiene la expresión personal sobre el público. Animar a los demás a alcanzar niveles más elevados de energía y dedicación. 
  7. Apoyo a los demás: Fomentar la lealtad y un sentimiento de aportar algo. Hacer que las personas sientan que son algo más que adecuadas, que son singulares y que están realizando un aporte significativo a la causa de la empresa. 
  8. Audacia: Resolver pronto los conflictos: asumir la iniciativa de hacer frente a las discrepancias antes de que los otros las hayan observado, escuchar sin prejuicios los datos relevantes. Reaccionar con calma antes los intentos de engaño y evasivas. 
  9. Celo: Presentar un modelo de liderazgo efectivo: Sentirse intensamente involucrados a lo largo del día y sensibles, tanto a sus propios sentimientos como a los de los que nos rodean. 
  10. Confianza en sí mismo: Facilitar que los demás se sientan tranquilos y seguros en sus roles, animándoles para que profundicen en sus recursos personales para llevar a cabo su tarea. 

En definitiva, la importancia de la inteligencia emocional como habilidad directiva cada vez cobra mayor relevancia, en un mundo cada vez más cambiante, sometido a grandes transformaciones y necesitado de una gran capacidad de autocontrol personal.